Memorias de un asesino

Esta es la época del año en que las salas de cine se convierten en parques de diversiones y las películas que proyectan en sus interiores, en calesitas y autitos chocadores. Así que si quieren zafar de Harry Potter, Los cuatro fantásticos o de alguna de esas garchas subnormales como Incorregibles (del harto incorregible Rodolfo Ledo) y no quieren ceder a esa única opción adulta -que en algunas carteleras se reduce al bodrio de abolengo XXY-, nada mejor que alquilarse algún DVD. Acá va uno muy recomendable amigos...

Memorias de un asesino (Salinui chueok – Corea del Sur – 2003 – Bong Joon-ho)

Memorias de un asesino no tiene nada de original ni rebuscado, sino que todo más bien tira hacia lo común. Argumento de lo más común: en una pequeña ciudad un grupo de detectives investiga el caso de un asesino serial. Victimas de lo más comunes: mujeres jóvenes que suelen andar solas de noche y visten ropa roja. Modus operandi de lo más común: el asesino las ahorca durante días de lluvia después de pedir una canción por la radio. Todo común. Pero momento, el que esta detrás de esto es Bong Joon-ho (el mismo de ese monstruo de película que es The Host), y sí, todo es común pero a la vez maravilloso, todo es ordinario pero a la vez extraordinario. A contracorriente de lo que suelen ser por estos tiempos las películas sobre asesinos seriales norteamericanas (apoyadas en las vueltas de tuerca, las trampas de guión, los dobles finales y siempre concentradas en la mecánica de cada crimen y la revelación de la identidad del asesino sobre el desenlace), en Memorias de un asesino, como pasa casualmente también en la reciente Zodiaco de David Fincher, no importa en definitiva tanto quién es el asesino y sus ardiles criminales, sino los investigadores y lo que les ocurre en su vida cotidianamente. Personajes, que de paso, son seres humanos y no marionetas de algún guionista pelotudo haciéndose el pistola frente a la computadora. Si bien lo citado de Fincher probablemente sea madurez (esta claro, muy atrás quedaron los tiempos de Pecados Capitales o The game), lo de Bong parece tratarse de una plantada de bandera frente al mainstream y el cantar de Hollywood (más si tenemos en cuenta también el espíritu de The Host), pero, por sobre todo, a unas ganas tremendas de demostrar que todavía se pueden hacer thrillers brillantes sin necesidad de ser rebuscado, artificioso y cancherito, sino siendo clásico y dandole verdadero cariño a los personajes y la historia que protagonizan, por más veces que esta misma parezca haber sido contada. Así es que en Memorias de un asesino hay mucho humor, suspenso, emoción... en fín: mucho sentimiento; por que insisto, sus personajes tienen volumen, carnadura, sangre, están forjados con muchísimo amor (tanto por el director como por su actores: indispensable destacar al gordito Song Kang-ho). Y a partir de ellos (como también ocurre en The Host) Bong vuelve a plantear tanto los problemas de su país, -una Corea del Sur dependiente de Estados Unidos que debe aprender a resolver lo que le toca por sí sola- como sus interrogantes filosóficos; presentandonos un misterio tan grande e irresoluto como la vida misma. Calificación: 9

La maldición de la flor dorada

Zhang Yimou con otra de artes marciales artie. Yo la verdad, me quedo con alguna de artes marciales bien cabeza portagonizada por Jackie Chan o Jet Li en sus épocas de gloria en Hong Kong.

La maldición de la flor dorada (Man cheng jin dai huang gin jia - Hong Kong / China - 2006 - Zhang Yimou)

Probablemente la película que ocasiono el gran quiebre halla sido la oscarizada El tigre y el dragón, allá por comienzos de la década. A partir de esta, Ang Lee consiguió que el Wu Xia Pian (o en terminos más criollos: el cine de artes marciales con elementos fantásticos) adquiriera un prestigio, un status de calidad y una atención en el extranjero que nunca antes se le había prestado al género. Lo que luego impulso a que más tarde Zhang Yimou se animara con la primera parte de su saga, la por demás grandilocuente y sobre estilizada Héroe, que se serviría de la figura de un Jet Li ya más preocupado en participar en producciones "serias" y "artísticas", antes que en otras apuntadas al mero entretenimiento. Y que luego continuaría con La casa de las dagas voladoras y la actualmente en cartel La maldición de la flor dorada. Pero hay algo que hace bien diferente a ese primer Wu Xia Pian qualite y de exportación que es la película de Ang Lee y este último cine de Zhang Yimou. Mientras con Lee la confrontación física ocupaba un lugar protagónico dentro del relato, con Yimou ocupa una lugar secundario, decorativo. Mientras con Lee las artes marciales servían para homenajear al género mismo, con Yimou sirven como excusa para realizar ejercicios de estilo y ostentación visual. Mientras con Lee se destacaban por sobre todo el coreógrafo Yuen Woo-Ping o la elasticidad acrobática de la actriz Michelle Yeoh, con Yimou se destacan el director de arte, el vestuarista o los encargados en efectos especiales. En definitiva, lo que viene a confirmar La maldición de la flor dorada, es a un realizador desinteresado por las posibilidades que propone un género, y por otro lado, obsesionado con las superficies que envuelven a sus filmes.

Y La maldición... funciona como colmo de la superficialidad y la ornamentación. Por cada acto tribial que realiza cada uno de sus palaciegos protagonistas, una multitud de cortesanos se disponen a servirlos parados en filas interminables. Por cada decorado que recorren, una multitud de colores asisten al plano reluciendo entre infinidades de detalles. Todo es multitudinario, brillante, excesivo, visualmente empalagoso. Características que bien pueden ser leídas como apología de una economía enorme y en constante crecimiento como la de China y Hong Kong y sus consecuentes posibilidades industriales en el cine. El problema es lo que hay por detrás del velo dorado. Como ya es común en este tipo de películas, su historia se basa en el prestigio de la tragedia, y una tragedia solo puede ser buena en la medida que el espectador pueda proyectar sus sentimientos a través de los personajes. Y ocurre que entre tanta armadura y vestidito, que entre tantos decorados y luchas amaneradas, que entre tanta atención puesta en la organización plástica de cada escena, se descuida eso mismo que es el alma de los personajes. Es así que los que les pasa no conmueve, no toca un nervio. Y por mucho que Chow Yun-Fat o Gong-Li se esfuercen. Calificación: 4

Primitivo

Alquile esta película en DVD por que el flaco que atiende el videoclub me dijo que era en la onda The Host. ¡Que hijo de mil puta!

Primitivo (Primeval – EU – 2007 – Michael Katleman)

Primitivo es un bicho bien feo. Cruza de dos clases de cine norteamericano muy berretas. La primera, esa que venimos padeciendo hace rato, la del animal con características sobrenaturales enfrentado a grupete de personas aislados y en situación extraordinaria. La cual nos supo entregar tiburones manipulados genéticamente y hasta anacondas que ladran. La segunda, esa que se puso de moda hace unos años, la de los thrillers concientizadores de la realidad social en África (onda El jardinero fiel, o más acá, Diamante de sangre). Consecuencia del norteamericano progre y con culpa, que tiene que ver más con el blaxplotation y el exotismo, que con un genuino compromiso por lo que verdaderamente les pasa a los grones en el tercer mundo.

Hace no mucho pude ver un documental por Nat Geo sobre como se cazan cocodrilos. Iban dos balseros con un par de varitas y le daban toquecitos en el lomo al coco. El coco es un animal que tiene un cuerpo pesadísimo y a la vez se puede mover a velocidades muy violentas, aunque eso le da una desventaja: se cansa rapidísimo. Así que, después de unos cuantos golpecitos con la varita, el pobre coco luego de reaccionar varias veces quedaba tan cansado, que los balseros iban, lo agarraban uno de la cola y otra de la trompa, y se lo subían a la balsa mansito mansito. Listo. Cocodrilo hecho cartera. A lo que voy con esto es que, ¡todo ok!, pero si nos van a mostrar un cocodrilo capaz de correr a campo abierto como un leopardo y necesitado de manducarse a un chabón a diario, que no nos lo vendan como un caso real. No le vamos a pedir a Hollywood que se preocupe seriamente por denunciar lo que ocurre en África, pero sí, que aunque sea, den un entretenimiento noble. ¡Mal! Calificación: 2