Sweeney Todd

Un caso que se relaciona con una problemática actual del cine. Hace muy poquito nomás se anunció la próxima visita de Jarvis Cocker a nuestro país (para quienes no lo conocen, es el ex líder de la banda británica Pulp, pope del brit-pop de los noventa, quién dicho sea de paso es uno de mis songwriters preferidos). Lo que es una muy buena noticia, aunque esta acompañada de otra bastante amarga: las entradas para el show que va a dar en La Trastienda en el mes de Marzo oscilan entre los 200$ y los 410$, o sea, entre lo caro y lo inalcanzable. ¿Por qué? Las razones de estas cifras no están ni se justifican con el hecho de que Jarvis es ingles y cobra en dólares, libras o lo que mierda sea; sino, en una tendencia bien garca que se esta dando cada vez con más frecuencia en muchos eventos culturales y que hay que denunciar: la preferencia y conveniencia de los empresarios del espectáculo por trabajar para poca gente, pero gente con mucha plata. Me explico: Jarvis es un artista que bien puede tocar en el Luna Park, en Obras o en cualquier otro lugar con una capacidad para unas 5.000 personas, tranquilamente, a 100$ por cabeza. Pero prefieren presentarlo en un bolichito para 1.000, 1.500 personas con una entrada dos o tres veces más cara, así, de esta manera, ganan la misma cantidad de dinero aunque ahorrando en gastos de alquiler, de infraestructura, de personal, etc. Esto mismo ya pasó el año pasado con Bjork, con Coldplay y algo parecido pasa con muchos espectáculos deportivos, como también con las entradas de cine: con salas cada vez más chicas y precios cada vez más caros. Creo que en primer lugar le corresponde al Estado regular este tipo de actividades para que esto no se generalice, y segundo, a cada uno de nosotros pelear desde su trinchera para que la cosa cambie y este país no siga convirtiendose en un país para pocos. Acá, www.petitiononline.com/jarvis08 , Bernardo Diman hizo lo suyo y organizó un petitorio que todos pueden firmar para ver si la cosa cambia. Ya que puedo aguantar en los tiempos que corren ver más DVDs e ir un poco menos al cine, pero no que por una vez Jarvis toque en mi ciudad y me tenga que quedar sin poder ir a verlo.

Ahora, más sabor amargo, lo último de Tim Burton.

Sweeney Todd (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street – EU / Reino Unido – 2007 – Tim Burton)

En mi relación con Burton, su cine se divide en dos grupos. Están las películas que me gustan en serio y las que me gustan solo en su superficie, es decir, en su diseño de arte, en su fotografía, en su vestuario, etc. Dentro de las que me gustan en serio, esas que me parecen interesantes en su esencia, en lo que cuentan -más allá de todo el placer visual que su cine siempre me provoca-, están El joven manos de tijera, Ed Wood o El Gran Pez. Dentro de las otras, esas que son muy lindas de observar pero que no me tocan un pelo: La leyenda del jinete sin cabeza, El cadáver de la novia, o El Planeta de los simios. Y Sweeney Todd se inscribe en este segundo grupo. En lo personal, lo que cuenta su nueva película poco me interesa. Y no es que la historia original del barbero vengador asociado a una cocinera que vende pastelillos rellenos de carne picada humana carezca de atractivos. Sino que me parece que Burton y sus guionistas desaprovechan todo su potencial, en por ejemplo, ver de que manera este cuentito hace eco en el presente, o en desarrollar con más profundidad esa lúgubre Inglaterra Victoriana que describen. En cambio, toda la atención parece estar enfocada en que los humitos que salen de las chimeneas no falten nunca en la post producción, en que las dentaduras de los personajes nunca dejen de lucir con mugre y podredumbre, o a que cada plano nunca le falte la medida proporción de oscuridad y rojo sangre. Esta película da la sensación de que a Burton y su gente le salió de taquito, bien fácil, con un equipo técnico y actoral bien aceitado, que ya lo conocen y repiten muchos aspectos estéticos ya definidos en otras de sus obras. Aunque por otro lado, hay algo muy destacable en Sweeney Todd y es que Burton sigue siendo fiel a sí mismo, a su universo, a los singulares seres que lo suelen habitar; pero a la vez, de alguna manera, renovandose. Si bien, por ejemplo, la truculencia no es un elemento nuevo en sus películas, en Sweeney Todd tiene un protagonismo inédito. En Marte Ataca hay cuerpos hechos mierda pero siempre por lo efectos especiales. En La leyenda del jinete sin cabeza hay mucha violencia pero es juguetona, nunca tan sangrienta, ni tan cruda como es ahora. Lo mismo pasa con el musical. Nadie olvida a los Oompa Loompa de Charlie y la Fábrica de Chocolates, pero en Sweeney Todd los números cantados vienen en otras dosis y bien se la puede definir como un musical, cosa que antes no pasaba con ninguna otra de sus películas (aunque lo lamentable es que se halla quedado en la idea de puesta en escena a lo Broadway y no halla explotado algunas otras posibilidades cinematográficas que da el género musical, por ejemplo, desde el montaje). Y también, por último, hay en Sweeney Todd un cambio en el tono de relato que antes no estaba presente en la filmografía del Burton. El tono es más negro, más pesimista, más desesperanzador. Ni siquiera se concreta en pantalla el amor sobre el final entre los dos personajes jóvenes, la tragedia termina de la peor manera sin darle espacio de redención a nadie, y hasta los niños no se salvan de la pesadilla de vida que les espera. Como si Burton se nos hubiera puesto viejo y le hubiera llegado la depresión y la falta de fe en el mundo. ¿Se lo pueden imaginar pelado, sin su característica porra? Calificación: 7

Liniers y Expiación

Aquí, en un tira publicada el Jueves pasado en La Nación, Liniers nos recrea el momento en que el Sr. encargado de traducir los títulos de las películas se las tiene que ver con "Atonement", para dar a luz esa aberración de título que es Expiación, deseo y pécado.

1408

Es temporada alta en las salas. Estrenan Cronenberg, Burton, los dos Coen, lo dos Anderson, y unas cuantas otras cositas de algunos que prometen. Seguramente se lo debemos a los Oscarcitos, que si bien nunca son sinónimo de calidad, por lo menos garantizan cine adulto -algo que no es abundante en el resto del año-, y a los mejores realizadores de la industria. Así que a preparar los 2x1 de los Pago Fácil. De momento, y antes de ir para algún cine, una que vi ayer y de la cual tenía algunas ganas de escribir.

1408 (EU – 2007 – Mikael Häfstrom)

Naomi Klein ya lo anunció hace rato: vivimos en una época donde a las compañías les preocupa vender más una marca, que productos de calidad. Y Stephen King es una marca, una marca como lo es James Bond, Terminator, Harry Potter o Winnieh the Pooh.Y como marca ya instaurada, esta se vende por sí sola. Así es que a los estudios poco les interesa quién este a cargo de lo que suelen llamar una franquicia, mientras que la persona que lo esté, entregue un producto vendible, respetable, comformable, y por cierto, no hinche las pelotas en el trámite. Por que saben que con una campaña publicitaria a gran escala, más un logo y una cara reconocible, el público la va a consumir igual, sin prestarle demasiada atención a quién esté por detrás del envase presentado, o a la verdadera calidad del producto. Tanto, como cualquiera que va a un Supermercado y sigue comprando cerveza Quilmes, sin importar que esta poco se diferencie de una Palermo, una Diosa, o cualquier otra cerveza de mierda que se pueda encontrar en una góndola.

Síntomas de nuestros tiempos: a James Bond lo dirigen tipos que no califican ni de artesanos, Harry Potter sigue teniendo su mejor entrega en la firmada por Cuaron, Terminator viene en degradación de apellidos (de Cameron pasamos a Mostow, y ahora McG: quién por lo menos esta anunciado para la cuarta entrega de la saga) y a Stephen King se lo encargan a un tipo como Häfstrom. Un sueco que aterrizo en Hollywood gracias a la nominación al Oscar de Solo contra sí mismo y ahí se quedo, para cagarla primero con Descarrilados, y después entregar un producto vendible, apenás respetable, apenas conformable, como es 1408. Que sí, es entretenida y zafa, para que negarlo, pero nunca se erige como una buena película en su género, por que para un tipo con falta de pericia y talento como Häfstrom, terror son golpes de efecto y efectos especiales impresionantes. Y ¡no, nene, no! Que quieren que les diga, sigo extrañando aquella época lejana donde a Stephen King lo adaptaban De Palmas, Cronenbergs, Carpenters y tipos que sabían de verdad. ¿Quién puede olvidar todavía hoy escenas como la caída de torrentes de sangre por los pasillos del hotel de El Resplandor, o espacios tan perturbadores como la carretera de Cementerio de animales, o personajes tan aterradores como la madre de Carrie? De 1408, apenas si me quedo grabado en la memoria a Samuel Jackson diciéndole al oído a un John Cusack desconfiado: “Its an evil fucking room”. Calificación: 5

Expiación, deseo y pecado

Puedo entender que a una película como Pulp Fiction le pongan Tiempos Violentos, aunque en el medio se pierda el sentido que encierra el título original . También puedo entender que a muchas películas la titulen con palabras como “familia”, “peligro”, “abismo”, o la tan clásica “sospecha”. Las razones, creo estar en lo cierto, son comerciales y tienen que ver más que nada con darle al espectador/consumidor una orientación, facilitar una idea sobre de que trata lo que va a ver y a que género pertenece. Pero lo que no puedo entender es que a partir de un título como Atonement (cuya traducción literal del ingles es simplemente “Expiación”) salgan con un Expiación, deseo y pecado; título antipático, difícil de recordar y absolutamente innecesario, que además, no presta ni la más mínima ayuda publicitaria. Porque ya en la cola de la boletería, todos los que querían comprar una entrada para esta película se referían a ella con ese simple “Expiación”, que por sí solo estaba perfecto. Hay que gritarlo: ¡los tipos que se encargan de traducir los nombres de las películas en la Argentina son unos mogólicos!

En fin, un título horrible para una película que es una belleza absoluta.

Expiación, deseo y pecado (Atonement – Reino Unido / Francia – 2007 – Joe Wright)

Hay películas que solo pueden ser hechas por directores talentosos. Pero hay otras que solo pueden ser hechas por directores talentosos, y que además, filmen en la actualidad, y tengan conciencia de la Historia del cine y un manejo de todos los recursos que este arte ha brindado desde sus comienzos hasta el día de hoy. Un director pos moderno, por decirlo de alguna manera. Tal es el caso de Baz Lührman con Moulin Rouge o de Tarantino con Kill Bill, por citar solo un par de ejemplos. Joe Wright –que ya había brillado con Orgullo y prejuicio- es uno de estos tipos, porque además de filmar como la concha de la lola, hace uso de una infinidad de recursos: estéticos, narrativos, técnicos; que solo alguien con mucho pero mucho cine, y que viva en el presente, puede hacer. Su Expiación es de una riqueza cinematográfica apabullante: imágenes generadas digitalmente, material de archivo, planos secuencias, escenas construidas desde distintas subjetivas; todo esto y muchísimo más esta a la orden del día para contar una historia de amor cruzada por la Historia con mayúscula: en este caso, la invasión nazi en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Pero no se trata de una mezcla entre melodrama y épica alla Titanic, que da a la tragedia, al suceso histórico –en el caso de la de la James Cameron: el hundimiento del barco- un papel central. Sino que acá la Guerra tiene un lugar secundario, y la narración se centra en el universo interno y los sentimientos del triangulo amoroso protagonista, tanto como en (se intuye) la esencia de la novela que adapta . Ya desde la escena del comienzo en que Briony Tallis termina su primer obra, los travellings veloces cruzando los pasillos de la mansión, la música con un constante teclear de máquina de escribir; todo conspira para plasmar en imagen y sonido el universo interno y único de sus protagonistas, en esta escena en particular, una Briony en plena ebullición dramaturgica. O como en el montaje paralelo en que Robbie escribe su carta (¡Ay, ese avión volando a traves de la ventana!) y Cecilia se prepara frente al espejo, dejando claro cuales son los sentimientos de uno para el otro. O también el brillante plano secuencia del ejercito en la bahía francesa, donde la cámara imita el movimiento circular de una vuelta al mundo en ruinas que se ve a lo lejos, captando la espiral de decadencia que vive Robbie, para terminar en una puesta de sol que es capaz de sacar lágrimas a cualquiera. Cada cosita en la película es de un virtuosismo y una hermosura bestiales. Cualquiera que filme y edite sabe las dificultades de usar imagen en movimiento a la inversa, al revés, y que esto quede bien. Wright y su montajista hasta lo hacen y les sale perfecto, siempre en función de lo que le pasa a su personaje: un mismo Robbie que en agonía sueña con volver el tiempo atrás. El único momento en que la película deja de irradiar belleza y pura destreza cinematógrafica a la vez, es en la escena final con Vanesa Redgrave, que debe ser contada sin adornos, sin efectismos; por que el relato y el personaje así lo disponen. Una de esas películas que agradezco haberme avivado y haberla visto en el cine antes que en cualquier otro lado. Calificación: 10