Un montón de sueños en Cine Club Mon amour

Este VIERNES 11 de Septiembre a las 19:30hs en Cine Club Mon Amour estaremos acompañando a Werner Herzog al corazón de la selva amazónica con...

UN MONTON DE SUEÑOS
(Burden of dreams - Les Blank, Estados Unidos, 1982)
El mismísimo Werner Herzog es protagonista y estrella de este inmenso documental sobre el rodaje de Fitzcarraldo, que funciona perfecto como complemento de las experiencias recogidas por su reciente libro La conquista de lo inútil. No está mal señalar que también se trata de cine de aventuras: este desquiciado realizador alemán se adentra en la jungla amazónica dispuesto a sacrificar todo, hasta su integridad física (o la de Klaus Kinski), con tal de cumplir un sueño. Y el documentalista Les Blank lo sigue con su cámara, ahí, pegado, hasta el fin del mundo.

El lugar...
CINECLUB MON AMOUR: toda una mini sala, con butacas de cine y calidad de imagen y sonido de primer nivel. Además, un lugar cálido e ideal para encontrarse con buena gente. En San Telmo. Para venir: avisar a juanrschmidt@hotmail.com o www.cineclubmonamour.com
El precio de la función es de 12$.

Lunacy en Cine Club Mon Amour Extreme

Este Viernes 4 de Septiembre a las 22:30hs estaré inaugurando el Ciclo Extremo en el Mon Amour con...

LUNACY Jan Svankmajer, República Checa, 2005
Último largometraje del gran animador checo Jan Svankmajer en el que se cruzan varias de sus principales obsesiones: Edgar Alan Poe, El Marques de Sade y ¡la carne! Acá, tratadas a través de la historia de un hombre sano que se hace internar en un manicomio en el que los verdaderos médicos yacen maniatados en el sótano y los locos mandan sobre la superficie. En medio de tanta demencia, Svankmajer se las arregla para dar vida cuadro por cuadro a lenguas, costillares, chinchulines y cuanta achura estaba de oferta en la carnicería de la esquina de su casa..

El lugar...
CINECLUB MON AMOUR: toda una mini sala, con butacas de cine y calidad de imagen y sonido de primer nivel. Además, un lugar cálido e ideal para encontrarse con buena gente. En San Telmo. El precio de la función es de 12$. Para venir deben avisarme a mi juanrschmidt@hotmail.com o meterse a cineclubmonamour.com así les pasamos los datos.

Enemigos Públicos

Public Enemies
Dirección: Michael Mann
País: Estados Unidos
Año: 2009
Calificación: 8

Lo que van a leer a continuación probablemente esté influenciado por el hecho de que a la película la vi en una sala decadente de calle Lavalle, proyectada con una lámpara gastada y un poco fuera de foco.

Me animo a decir que Enemigos Públicos se trata de una película de fantasmas, de ahí que sus personajes carezcan de volumen, de profundidad, de carnadura. Son tipos que están de paso, que van hacia otro lugar, que andan por alguna especie de purgatorio; según John Dillinger "todos saben de donde vienen, pero no saben a donde van". Dillinger sabe que en alguna esquina lo espera la muerte, en un semáforo o en otro, que es un muerto en vida; Melvin Purvis sabe que su función acaba una vez que termine con su némesis, que pasará al anonimato para esconderse entre las sombras (nada poco significativo que se halla suicidado años después y que Mann le dedique un último plano confundiéndolo entre una multitud). Hay más de una escena fantasmagórica que me hacer reforzar esta idea, la de la llegada de Dillinger a Indiana para ser juzgado (nada menos que con lluvia, humo y fragmentos en filmico ByN), la de él mismo paseando por la oficina del buró de Policia organizado para detenerlo, o la del final en la sala de cine en la que se proyecta Por sendas distintas con Clark Gable. En las últimas películas de Mann, es decir desde Collateral para acá (que es lo que personalmente más me interesa y provoca admiración), hay algo que se me hace común, y es la preocupación de sus personajes por su finitez. En Collateral, la de ser un número más en una Ciudad de Los Angeles multitudinaria y omnívora; en División Miami, la de no poder detener el tiempo que se esfuma; en Enemigos Públicos, la de no poder cambiar un destino que ya está fijado. El espacio de Dillinger y Purvis es un espacio mítico, en el que cada uno tiene su función ineludible, y en está película -autoconciente- estos personajes parecen saber bien cual es su lugar. Mann así los filma, moviéndolos rápido y haciéndolos actuar sin dubitar y con profesionalismo, como si el tiempo se les acabará. Dándole tanta importancia a ellos como a esas otras sombras que los acompañan tras sus espaldas: en el caso de Dillinger, su secuaz Red, quién le dice saber que ya le llegó su hora; en el caso de Purvis, ese oficial implacable que puede adivinar por que lugares va a andar Dillinger. El HD, tan caro a este director, en su anacronismo, no hace más que reforzar la atmósfera extraña, inmersiva y fantasmagórica. Si Mann viviera en Japón, probablemente filmaría a muertos pálidos y pelilargos apareciéndoles a los vivos y se llamaría Kiyoshi Kurosawa, pero es americano y hace policiales.

Insisto, probablemente sea solo yo el que ve fantasmas donde no los hay. Tal vez tenga que ver que hace poco me mudé a Palermo, un barrio que tiene poco de "barrio", un poco más lejos de mis raíces, de mi familia y muchos de mis amigos a los que hace bastante no veo. Siendo uno más en un lugar superpoblado, donde nadie te saluda en la calle y por el cual anda gente que habla en otros idiomas y solo está de de paso. O, tal vez, simplemente fue el efecto de ese cine de la calle Lavalle.

HÄXAN en Cine Club Mon Amour

Este VIERNES 7 a las 22:30hs estaré presentado...

HÄXAN Benjamin Christensen, Suecia-Dinamarca, 1922 + MUSICA EN VIVO
Sabbaths donde brujas hacen fila para besarle el culo a demonios, escenas de escobas voladoras que no tienen nada que envidiarle a la saga Harry Potter o simulacros de torturas medievales que no escatiman en detalles, son algunos de los ingredientes de este documental sobre la brujería a través de los tiempos, realizado cuando el cine todavía estaba en pañales. A la vez, se trata de uno de los primeros filmes de terror de la historia. Tan logrado para su época, que parece hecho gracias los influjos de un hechizo; tan extraño para su mundo, que parece concebido por un ser extraterrenal.

Acompaña en vivo la banda de música experimental WARNES

El lugar...
CINECLUB MON AMOUR: toda una mini sala, con butacas de cine y calidad de imagen y sonido de primer nivel en San Telmo. Además, un lugar cálido e ideal para encontrarse con buena gente.

El precio es de 12$ y para venir me deben avisar a mi juanrschmidt@hotmail.com o a info@cineclubmonamour.com ya que funciona solo por reservas y así les pasamos bien los datos del lugar.

WHITE DOG en Cine Club Mon Amour

Este VIERNES 31 de JULIO a las 19:30hs estaré presentado...

WHITE DOG de Samuel Fuller. Estados Unidos, 1982.
Una joven atropella a un encantador perrito por la ruta y decide adoptarlo sin saber que lo que ella espera como tierna mascota se trata de un animal entrenado para asesinar gente negra (sí, si, algo parecido a un perro nazi). Claro que en Fuller -como en todo buen maestro- esto es apenas un pretexto, un macguffin para hablar de mucho más, principalmente, del racismo en Estados Unidos y de sus propias dificultades para adaptarse a la industria del cine moderno. Así, sumado a una banda sonora compuesta por Ennio Morricone, unos ralentis que hielan la sangre y tal vez la mejor actuación canina de la historia, logra un cine intenso, con mucho que decir sobre su mundo contemporáneo; que ladra pero también muerde.

El lugar...
CINECLUB MON AMOUR: toda una mini sala, con butacas de cine y calidad de imagen y sonido de primer nivel. Además, un lugar cálido e ideal para encontrarse con buena gente.

El precio es de 12$ y para venir me deben avisar a mi juanrschmidt@hotmail.com a info@cineclubmonamour.com ya que funciona solo por reservas y así les puedo pasar la dirección.

El ave negra

Killshot
Dirección: John Madden
País: Estados Unidos
Año: 2008
Calificación: 2

Empieza la película y en los títulos leo directed by John Madden. Algo huele mal. Ese nombre y apellido me suenan pero no logro recordar de donde ni porqué. Hago el esfuerzo, pero por más que insista, ¡nada!. Mientras, sufro, me aburro, me indigno. Termina la película y corro a www.imdb.com, el oráculo me lo aclara todo: se trata del director de Shakespeare Apasionado; peor aún, se trata del director de La Mandolina del Capitán CorelliLa Mandolina del Capitan Corelli! ¿conocen algún título más feo que este?). Alguien, que como bien diría un amigo, tiene un prontuario en vez de una filmografía.

Por lo tanto, a continuación, algunas breves razones que explican porqué este boludo no entiende nada y claro, le salió otra película de mierda. 1) Mickey Rourke hace de un asesino profesional con crianza indígena (sí, si lo habían resucitado con El luchador acá ya lo vuelven a enterrar vivo) que tiene como código inviolable asesinar a todo aquel que le vea el rostro haciendo uno de sus trabajos. ¡Justo el rostro! ¿A quién se le puede ocurrir poner a un tipo con una jeta tan particular para un papel como este? Vamos, que Mickey está para hacer de reventado, falopero o estibador de bolsas en el puerto, no para asesino prolijito y metódico que tiene que pasar desapercibido. ¡Llamen a un Delon para eso! 2) Toda la historia está contada desde dos puntos de vista, tanto desde el de los asesinos como el de los perseguidos por ellos, por lo cual cuesta lograr identificación con los personajes y, por ende, conseguir suspense (leer Hitchcock para principiantes muchachos). 3) Hay toda una subtrama de rematrimonio maduro (entre Diane Lane y Thomas Jane) desaprovechadísima, solo por prestarle atención a una serie de aspectos olvidables. 4) Todo está plagado de incoherencias varias. Ejemplo, si no le tienen que ver la jeta y encima anda siendo buscado por todo el mundo ¿por que garcha el personaje de Rourke acompaña al personaje de Joseph Gordon Lewitt a extorsionar a un tipo a plena luz de día y en un lugar lleno de gente? 5) Y ya que estamos, este último personaje, el de Gordon Lewitt, es in-su-fri-ble.

Para terminar, creo en la calidad de las obras de Elmore Leonard (se han hecho muy buenas cosas a partir de material suyo), así que lo debo decir: en este año en que en la Argentina no hay un mango ni para filmar un videoclip, no tengo duda de que si me dan la novela en que se basa está película con el hambre que hay, les hago algo diez veces mejor que esta garcha. El mundo es injusto.

Código de Familia

Pride and Glory
Dirección: Gavin O´Connor
País: Alemania, Estados Unidos
Año: 2008
Calificación: 5

Brooklyn parece que huele a historias de cobani: es jurisdicción de policiales, con sus callejones repletos de basura, sus alcantarillas humeantes y esos pandilleros rondando esos celebres puentes ferroviarios bajo los cuales puede pasar de todo. Grandes policiales transcurren allí: Contacto en Francia, Tarde de perros, Buenos muchachos, Los dueños de la noche (estrenado el año pasado y con varios elementos en común con la película sobre la cual hoy escribo, inclusive su fotografía azulada) y unos cuantos más. Pero Código de Familia está lejos de ser un gran película en su género ¿Por qué? Porque se trata de una de "actuaciones", con mucho primer plano de Colin Farrel llorisqueando y otros tanto de Edward Norton poniendo cara de gil; y no una que resalte por su puesta en escena. Y ya se sabe, el cine es el arte de la puesta en escena; para ver solo el trabajo de actores nos vamos al Broadway y no a Brooklyn. La hago fácil, es un policial que no tiene ni siquiera un tiroteo o una persecución bien filmada. Gran pecado. Apenas puedo comentar dos escenas destacables: una de una ejecución frente a una ventana (aunque media confusa esta) y otra en la que Farrel amenaza con quemar la cara de un bebito con una plancha (aunque se trata de una acción un poquito exagerada para este personaje). Después, hay más de un momento que da vergüenza ajena, como ese en que Jon Voight hace su discursillo en un almuerzo familiar. Faltan acá persecuciones como la de Contacto en Francia, tiroteos como los de Carlitos Way. Claro que para eso hace falta un Friedkin, un De Palma.

Terminator: La Salvación

Terminator: Salvation
Dirección: McG.
País: Alemania, EU, Reino Unido.
Año: 2009.
Calificación: 4

Un día, allá por inicios de la miserable década de los noventa, mi viejo me pudo dar 10$ pesos (o sea, 10 dólares) para que vaya al cine con mis compañeros de colegio. Fue nuestra primer salida al cine sin la compañía de un adulto, ninguno tenía más de trece años, y fuimos a ver una anunciada Terminator 2. Sacamos entradas para un cine de Belgrano -que todavía está en pie, aunque sin el brillo de entonces- y un poco más de dos horas después salimos de la sala absolutamente trastornados. La explosión atómica, el T-1000 de metal liquido, Arnold sacrificándose por nosotros; todo resultó una de las experiencias cinematográficas más grandes que tuve en mi vida. Recuerdo, más tarde, que esperé meses y meses para su salida en video, mientras moría de ganas de verla aunque sea una vez más. (No eran tiempos de Utorrent, bsplayer ni subdivx). Y todavía hoy, con mis treinta años, tengo la misma pesadilla en que soy perseguido por un androide que quiere eliminarme. Claro que, con John Connor, apenas comparto el nombre de pila.

Todo este relato sobre mi experiencia personal viene a colación del cómo trabajan las grandes majors de Hollywood hoy en día: aprovechan aquello que está en lo más profundo y grato de nuestros recuerdos y en base a eso hacen lo mejor que saben hacer, ganancias. No es que Terminator 4 sea del todo mala, es técnicamente muy lograda, tiene varias escenas de acción bien armadas y funciona bien como entretenimiento; el problema es que le falta alma, por que se trata de cine hecho con calculadora. A pesar de tanta hojalata, las películas de James Cameron (quién comparte siglas con John Connor) cuidan a sus humanos, tienen carnadura, están llenas de sentimiento. Hasta la tercera parte es una digna acompañante con ese Arnold más preocupado en hacer proselitismo que en hacer cine. En cambio, esta cuarta entrega, es una más del montón, que si no cuenta con la marca de la franquicia “Terminator” no la ven boludos como quién les escribe, ni nadie. Ni siquiera es la película de Connor -personaje interesantísimo dado su carácter mesiánico- que era lo que tenía que ser. Cine artificial, desabrido, descartable. Para la macdonalización de las imágenes, nada mejor que un McG. ¡Aguante los JC!

El silencio de Lorna

Le silence de Lorna
Dirección: Hnos. Dardenne.
País: Bélgica, Francia, Italia, Alemania.
Año: 2008.
Calificación: 8

Sí señora, aunque no se lo halla dicho Catalina hay otra cosa para ver esta semana en los cines que no sean las mollejas de Tom Hanks, se trata de otra de esos belgas que no paran de mover la cámara. Aquí va...

En gran medida, la importancia del cine de los Dardenne reside en su preocupación por mostrar el lado oscuro de esos países del norte cohesionados y fortalecidos por el Euro (pocos directores actuales del continente se animan a lo mismo: Michael Haneke, Fatih Akin, Bruno Dumont...). Esa Europa centro-occidental que parece día a día extender y fortificar un poco más sus fronteras burocraticas-aduaneras frente al resto del continente –y del mundo- que mira con recelo el estilo de vida primermundista que allí llevan. De ahí, que la filmografía de estos belgas esté atravesada por personajes marginales, desesperados, en lucha constante por ser parte de un sistema que hace de la exclusión una de las bases de su status.

En esta, su quinta película, deciden seguir cámara al hombro a Lorna, una albanesa que se instala en Bélgica gracias al casamiento arreglado con un drogadicto a cambio de dinero. Pronto, Lorna (quién físicamente parece una suerte de Rosetta ya hecha mujer) es incitada por una red de inmigración clandestina para que deje morir a su esposo y así, una vez enviudada, contraiga matrimonio nuevamente con un ruso a cambio de más dinero. Pero acá, y como en todos los trabajos previos de los Dardenne, el verdadero conflicto que en el fondo moviliza a sus personajes no es material ni mucho menos de género, sino moral. Una vez que Lorna deja morir a su marido, pasa de ser cómplice de muerte a otra victima más de una sociedad perversa.

Movida principalmente por sentimientos de culpa y un fuerte deseo de redención, esta mujer comienza una carrera desesperada por mantener la memoria y el legado de su “esposo”, drogadicto y por ende desechable para una sociedad en donde quién no produce no sirve. Por eso mismo, es que los primeros síntomas del embarazo psicológico que desencadena la crisis que sufre esta protagonista se den en una escalera -símbolo de ascenso social- del local que alquila con la plata que consigue mediante su silencio y no accionar. Lo que permite señalar que el gran debate que ponen en juego los hermanos esta vez es ¿hasta que punto estamos dispuestos a llegar para ingresar a un mejor nivel de vida?

Las virtudes con las que encaran esta problemática son las comunes a sus películas anteriores: La promesa, Rosetta, El hijo y El niño. A destacar, la distancia siempre prudente con que se acercan a sus personajes (en está ocasión, tratándose de una inmigrante venida de la otra Europa, deciden colocar su cámara unos metros más lejos, comunicando la incomprensión que les produce una persona de estas características), nunca juzgándolos ni sometiéndolos a caprichos; y, por otro lado, la fe depositada en la humanidad de los mismos y su capacidad para convertirse en héroes mediante acciones pequeñas pero de gran valor.

Una nueva película de un autor, para conformar una buena obra, debe mantener las constantes que lo definen y a la vez introducir variantes significativas que produzcan crecimiento y progresión en una filmografía, en un todo. Pues bien, en El silencio de Lorna, los Dardenne se mantienen fieles a su cosmovisión a la vez que apuestan a cambios temáticos: indagan sobre las cuestiones inmigratorias, trabajan con una mujer adulta, madura y conciente de sus decisiones como protagonista (encarnada por Arta Dobroshi, una actriz que contagia fortaleza a la vez que vulnerabilidad); y también formales: un trabajo de cámara más estable, reflexivo y a la vez menos nervioso y urgente, sexo carnal e intenso, algunas notitas de música incidental sobre los títulos. Recursos, todos, que se adaptan perfecto a la historia que deciden narrar. Así, vuelven a demostrar una vez más que en el mundo liberal, cínico y cruel en el que vivimos, el corazón todavía puede pesar más que un puñado de Euros.

El lector

The reader
Dirección: Stephen Daldry
País: Estados Unidos / Alemania
Año: 2008
Calificación: 6

Contenidista, de tema importante y actriz de prestigio encarnando personaje con “caracterización”. El tipo de cine que gusta a los Oscars. Si hay algo que hace de El lector una película digna es la potencia de su material de origen (la novela homónima de Bernard Schlink) y el respeto por su historia y las criaturas que lo habitan. Por lo demás, Stephen Daldry muestra una vez más que carga con cierto lastre qualite: Homero, Goethe, Virgina Woolf; el cine como vehículo de la Literatura con mayúsculas. Prolijita, medida, correcta, bien iluminada y con un diseño de arte cuidado. Lamentablemente, tan apolínea, racional como la misma Hanna Schmitz a la que retrata. Un director como Michael Haneke -especialista en sacar a la luz los monstruos que permanecen escondidos en la Europa moderna-, con semejante material, probablemente hubiese logrado algo mucho mejor.

La muerte en vivo

Live!
Dirección: Bill Guttentag
País: Estados Unidos
Año: 2007
Calificación: 2

Live! pretende dar una mirada irónica –me cuesta señalar que busca una mirada critica- sobre el estado de las cosas; mediáticas, televisivas. Eva Mendes encarna a una inescrupulosa productora de una gran cadena de TV de los Estados Unidos que organiza un show en el cual seis concursantes deben jugar en vivo a la ruleta rusa a cambio de una millonada de guita. Pero en vez de hacer lo suyo a partir de formas cinematográficas, Live! lo hace con las mismas que utiliza aquello ante lo cual se planta, es decir, mediante formas televisivas: está filmada como si fuera un reality, tiene segmentos tipo noticiero, los personajes miran a cámara, etc; y, además, se sirve de un argumento publicitario para atraer público al igual que se serviría cualquier mercachifle o tendero mediático para obtener dos puntos más de rating. Entonces, estamos en el terreno de las películas contradictorias, es decir, aquellas que borran con el codo todo lo que escriben con la mano, las que desde la forma atentan contra su tema y el tratamiento que hacen del mismo. Difícil tomarla en serio. Aparte, desde todo lugar, es poseedora de un mal gusto altísimo.

Dos últimas cosas: sobre ruletaruseros recomiendo 13 Tzamati de Géla Babluani, la cual está siendo remakeada por Hollywood; segundo, es hora de que la corten con tanto histeriquismo y tiren en bolas a Eva Mendes a la parrilla.

El Niño Pez

Dirección: Lucia Puenzo
País: Argentina
Año: 2009
Calificación: 6

Cuando terminó la película, en la función de prensa del último BAFICI, nadie la aplaudió. Me corrijo, sí aplaudieron, pero muy pocos y de manera muy tímida, con la excepción de uno que lo hizo efusivamente como si tuviera algo que ver con la producción de la misma. En lo particular, tampoco aplaudí. Y la verdad es que lo considere un acto injusto (la critica suele ser snob y cruel), porque si bien no se trata de una maravilla, no está nada mal, y creo que merecía aunque sea unos medidos choques de palmas. No costaba nada, hubiese sido educado. Aparte, en funciones de prensa, se aplaudieron con más fuerza bodrios enormes como la insulsa 35 Rhums de Claire Denis. Claro, Denis pertenece al selecto canon festivalero, la Puenzo no.

En El Niño Pez, la directora de XXY se acerca más a una idea de cine popular, eso que en los Festivales siempre se mira con un poco de recelo. Trabaja con géneros populares (el thriller, el policial) y con elementos populares (la cumbia, por ejemplo). En ella narra con un estilo bastante convencional y sencillo la historia de amor lesbiano entre una conchetita de San Isidro y su muki paraguaya, y lo hace sin brillo, pero con efectividad, sin caer nunca en el tedio o el desinterés, ni el comentario social subrayado. Sin embargo, lo que la hace buena son otros factores: primero, la conformación de Paraguay como un reservorio de mitos y, segundo y principalmente, los aciertos de casting con Arnaldo André (no había nadie mejor que él para su papel de estrella de teleteatro guaraní) y Emme (también inmejorable). Cuando aparece esta morocha, todo en la película gana credibilidad, sensualidad, luminosidad.

Aquí el conflicto entonces: Puenzo parece estar entre el interés popular y el interés por el Festival europeo, entre el género y la búsqueda de formas personales, entre la gélidez de la Efron y la voluminosidad de Emme. Nada está divorciado de lo otro, pero si se decide, sospecho, su próxima película tal vez gane más numerosos aplausos.

BAFICI: Hooked

Pescuit Sportiv
Dirección: Adran Sitaru
País: Rumania, Francia
Año: 2007
Calificación: 7

Tal como en varios buenos Polanski (El cuchillo bajo el agua, Perversa luna de miel, La muerte y la doncella) Hooked cuenta lo que pasa cuando en una pareja irrumpe una tercera presencia para desestabilizar su moral e intimidad. Mihai y Lubi, los protagonistas (pareja un tanto despareja, y por ende, bastante realista) planean un picnic en lo que aparenta un día tranquilo hasta que, por el camino, atropellan con su coche a una prostituta. Filmada en digital, con un estilo cercano al dogma (cámara en mano, iluminación natural) y siempre a partir de las subjetivas de sus personajes (si alguno vio la genial serie británica The Peep Show se puede dar una idea de cómo se ve esto), Sitaru nos pone en el seno intimo de sus criaturas. Ahí mismo hace mella esta tercer pasajera, para poner en conflicto la vida estructurada, apolínea y rutinaria de un noviazgo establecido contra la posibilidad de la vida liberal, plena y sin estribos que se escapa a sus lados. En el medio del sándwich, se desprenden unos comentarios bastante corrosivos sobre la sociedad rumana -y europea en general- y su posición ante lo diferente, lo marginal, y lo bajo. El resultado, un filme perturbador, con un suspenso que por momentos logra mutar en terror y con un personaje tan movilizador –el de la prostituta- que es capaz de sacar de la modorra a quién venga de ver una maratón de cinco seguidas durante una jornada de Festival.

BAFICI: Il Divo

Dirección: Paolo Sorrentino
País: Italia
Año: 2008
Calificación: 9

Un primer acercamiento a Il Divo, como a los trabajos anteriores de Paolo Sorrentino –último gran nombre de la alicaída cinematografía italiana-, provocan cierto desconcierto; por que se trata de un cine moderno, novedoso y a contracorriente del grueso de la producción Europea. Es que Sorrentino apuesta a lo que los autores de su país, desde el Neorralismo a Gomorra, poco se han animado: al cine como artificio y espectáculo.

En Il Divo consigue hacer cine político con uso de una estética publicitaria y videoclipera y lograr un biopic que escape a todas las anquilosadas formas establecidas por el mainstream para este sub-género. Y más corajudo aún, se mete a contar la vida de Giulio Andreotti, una siniestra figura de la política italiana perpetuada en el poder desde la posguerra que atentó severas veces contra la cinematografía de este país (averiguen en google por la Ley Andreotti) y ha sido procesado en tantas causas judiciales que solo se hace comparable, en nuestro país, a un personaje de la talla de Carlos Menem. Todo musicalizado con temas de bandas de moda como Bloc Party y montado a un ritmo velocísimo. Pero hay que aclarar que no se trata de un cine cínico, frívolo o descomprometido, sino que Sorrentino logra con su personaje un retrato profundo y complejísimo sin caer nunca en la demagogia o el lugar común. Mientras critica a la política de su país desde la cinefilia y la puesta en escena: hace que Andreotti (personificado por el gran Toni Servillo) se parezca de a momentos al lúgubre Nosferatu, o presenta a su entorno partidario como si fueran gangsters sacados de una película de Guy Ritchie. Nunca con obviedades o recursos esperables, a las balas de la política y la mafia, Sorrentino responde con balas de puro cine.

Solo resta destacar que Il Divo despierta un enorme deseo, el de tener en nuestro país por lo menos un Sorrentino, ya que nos sobran gobernantes con prontuario, pero faltan directores con su talento.

BAFICI: Tony Manero

Dirección: Pablo Larraín
País: Chile, Brazil
Año: 2008
Calificación: 9

Menos un thriller sobre un asesino serial que una película sobre la perdida de identidad sufrida por Chile y la posición asumida por gran parte de su sociedad durante la dictadura Pinochetista. O sea, cine político; pero a los tiempos que corren (como Il Divo, de la cual ya escribiré), con música disco y rock and roll. Una suerte de nueva El Chacal de Nahueltoro, recargada y actualizada. Tony Manero es un tal Raúl Peralta que cree ser Tony Manero (aquel icónico personaje de Travolta en Fiebre de Sábado por la noche), un bailarín dedicado al “espectáculo” –según sus propias palabras- que actúa en un teatrito de cuarta de barrio y está obsesionado con parecerse a su ídolo gringo (de ojos azules, dato importantísimo) y primermundista. Convencido y amoral, es capaz de todo por conseguirlo.

Pablo Larraín nos coloca tras los hombros de este monstruo (con un trabajo de cámara y una carencia de música incidental que recuerda al cine de los hermanos Dardenne) y nos hace acompañarlo bien de cerca en su intimidad para ser testigos de sus más atroces andanzas delictivas. Tal vez en algunas escenas peque de rozar cierto miserablismo (el modo en que registra los actos sexuales de sus protagonistas, las acciones ridículas a las que los somete), pero esto funciona en pos del discurso urticante que propone sobre la sociedad que decide recrear. Violenta, bruta, hasta inesperada; Tony Manero –film y personaje- ponen el dedo en la yaga tanto de Chile como de todo país del subdesarrollado dispuesto a cualquier mezquindad con tal de pertenecer a la fantasía primermundista aunque sea durante cinco minutos. Las consecuencias, nefastas. No hay en estos personajes ni la más mínima intención de despertarnos empatía, ni siquiera pena; sino todo lo contrario, nos chocan, nos repelen, nos asquean.

Sumada a La Nana, Tiempos Malos y la retrospectiva Perut-Osnovikoff, nuestro país lindante logró en este BAFICI tal vez su año de mejor representación. Como aclama el título de otra película trasandina reciente de otro Larraín (Ricardo), ¡Chile puede!

BAFICI: Treeless Mountain + Breathless

Treeless mountain
Dirección: So Yong Kim
País: Corea del Sur, Estados Unidos
Año: 2008
Calificación: 6

Drama sobre dos nenas que son abandonadas primero por su padre y luego por su madre, con el argumento de ir en busca del anterior. El punto de vista siempre es el de ellas, los adultos parecen altos y ajenos. La cámara yace a sus alturas y los encuadres son cerrados, pegados a los cuerpos humanos y a los pequeños objetos que las rodean (desde juguetes, hasta insectos que venden en las esquinas como si fueran golosinas). La geografía que recorre es acotada, como la que uno recorre por si solo cuando es niño, y todo parece lejano.

A pesar de que estos recursos han sido utilizados en varias otras ocasiones para describir el mundo de niños dejados a la deriva con resultados mucho más potentes (recordar la tremenda Nadie Sabe), la misma directora coreana de In between days logra hacerlos funcionar para generar una sentida memoria sobre los traumas y experiencia familiares de su infancia. Y con sencillez y sobriedad, hace que vayamos de la mano de estas dos nenas subiendo la montaña durante casi noventa minutos.

Breathless
Ddongpari.
Dirección: Yang Ik-June
País: Corea del Sur.
Año: 2009.
Calificación: 8

La película de Yang Ik-June –acá también actor, guionista y productor- trata sobre uno de los dos tópicos más importantes del cine surcoreano de la última década, la violencia (el otro es la relación, siempre en estado de tensión permanente, de las dos Coreas). Violencia entendida aquí como ejercicio de poder y como mal que afecta transversalmente a la sociedad en todos sus estratos. Con una visión sobre el tema más cercana a la de otros autores surcoreanos, como el Chang Dong-lee de Greenfish o el Kim Ki-duk de Bad Guy, que a la del cine de género de este país; es decir, sumamente critica y alejada de toda estilización y sadismo.

Breathless narra el devenir diario de un matón incorregible, empleado en una Pyme encargada de cobrar deudas (una suerte de Morosos Incobrables en clave barrabrava), y su relación con una chica de escuela que sufre las consecuencias de la violencia doméstica y callejera. Así, habitan dos relatos: uno sobre la naturaleza negativa de la violencia; otro, sobre la relación de dos seres humanos desesperados a los que sus heridas les hace imposible adaptarse en la sociedad. El protagonista encarnado por el mismo Yang Ik-June es una suerte de personaje sacado de algún western clásico (relacionable, por ejemplo, con aquel Ethan Edwards de Más corazón que odio), un hombre patotero y sentimental que trabaja para reestablecer cierto orden del que quedará afuera, por que en el universo propuesto por la película la violencia tarde o temprano cobra sus deudas a quienes la ponen en practica, y una vez que se entra en el juego no hay salida aparente.

Por lo tanto la atmósfera que propone es asfixiante, aunque tal vez de a ratos excesiva. Cada vez que los golpes cruzan la pantalla (y hay muchos, muchísimos), su director decide mostrarlos con una cámara feroz, desprolija y arrebatada, que solo genera confusión y malestar. Bien apartada de la fascinación por la violencia que ejercen unas cuantas otras películas coreanas desde su puesta, tales como Sympathy for Mr. Vengeance de Park Chan-wook, por dar solo un nombre. En cambio, la posición que asume frente a ella es la misma que asume en más de una ocasión su protagonista femenina, la de alguien que mira desde la cuadra de enfrente, con tristeza y rechazo, casi como pidiendo que paren de una vez por todas. Tanto una película útil como denuncia ante un problema que en la sociedad coreana parece pedir a gritos una solución, como un melodrama intensísimo que significó uno de los momentos más emocionantes de este último BAFICI.

BAFICI: The pleasure of being robbed

Dirección: Joshua Safdie
País: USA
Año: 2008
Calificación: 8

El Cine Independiente, como concepto, ha sufrido en estos últimos años enormes malinterpretaciones y transgiversaciones: pasó de ser un grito de autonomía para convertirse en un género devorado y asimilado por los estudios de Hollywood, quienes no tardaron en producir mediante subsidiarias una buena de cantidad de trabajos bajo este mote (hasta se habló recientemente de películas de la talla de Slumdog Millonarie como “cine independiente”, vean ustedes). Pero ¿qué es hacer cine independiente? Según Jonathan Rossembaum “un realizador independiente es alguien que tiene el control final de su trabajo”; y de eso se trata, por más que halla nacido como concepto pensado para denominar a todas las películas hechas por fuera de los grandes estudios, de un cine hecho por gente que no pierde su libertad artística y creativa en manos de quienes ponen el dinero.

En este contexto es importante ver una película como The pleasure of being roobed, que de la mano de Beeswax, de Andrew Bujalski, también proyectada durante el Festival, sirven para aclarar ese concepto tan denostado de cine independiente. Indie auténtico, rodado en un 16 mm roñoso, con cámara en mano, escaso presupuesto y apenas un puñado de actores en locaciones a las que, se sospecha, han utilizado de forma clandestina. The pleasure... narra unos días en la vida de Eleonore, una pelirroja vestida de minifalda que roba cuanto puede al primer cristiano que se le cruza por su camino. Pero no se trata de una ladrona de profesión, si no de alguien que utiliza el robo como camino hacia una vida libre y desprejuiciada. Lo que hace Eleonore es vivir, vivir por los demás, aprovechando los bienes que sus dueños tienen y muchas veces no pueden valorar: en una de las mejores escenas se afana un auto con un amigo y viaja hasta el amanecer hacia rumbos inciertos e imposibles. Una manifestación de espíritu libre, fresco y carente de miedo, que es el mismo que caracteriza a toda la película.

Como es común en el indie, está toda transitada por personajes de estas características, excéntricos y adorables a la vez, quienes dan lugar tanto al gag como a la ternura, y que acá, además, se erigen como expresión de una juventud norteamericana desprovista de amor y repleta de incertidumbres. La inconciencia con que Eleonore comete cada robo hace que sea imposible no generar simpatía por ella, y a la vez consigue una tensión enorme, por que siempre parece que está a punto de ser atrapada, y con ella, detenido el relato. Por otro lado, el inmenso amor por la vida que tiene esta chica hace imposible que se la juzgue por sus actos, sino que uno quiere salir a robar con ella; o mejor dicho, a jugar con ella, por que de eso mismo se trata a fin de cuentas. Eleonore no solo roba carteras o coches sin saber conducir, sino que es capaz de plantarse a jugar ping pong contra profesionales sin tener idea de cómo agarrar una paleta (¿quién dijo que para jugar a un deporte hay que ser un jugador experimentado?) o pedirle a los policías que la atrapan hacia el final de la película de que le permitan dar un paseo por el zoológico esposada a ellos; lo que da lugar a una escena con un oso polar que hace imposible que uno no caiga rendido a sus pies.

Un cine ameno y placentero, como su título lo sugiere, que invita a eso, a disfrutar de las pequeñas cosas que nos rodean y robarle a la vida aunque sea unos pequeños momentos de felicidad. Godard decía que para hacer una buena película solo es necesario un auto, una mujer y un revolver; a Safdie solo le alcanza con un auto, una mujer y un oso de peluche gigante.

BAFICI: Tom Yum Gong y Chocolate


Dirección: Prachya Pinkwae
País: Tailandia
Año: 2005, 2008
La gran renovación en el cine de artes marciales llega made in Thailand, con un grupo de películas que si bien no esquivan ninguno de los argumentos y lugares comunes del género (que por otra parte, éste, a su vez, toma del western y el policial clásicos), pone en escena un nuevo estilo de lucha –el muay thai- y alcanza niveles de realismo, brutalidad y destreza física nunca antes logrados. Uno de los lideres de esta nueva patota es el director Prachya Pinkwae, cuyas Tom Yum Gong y Chocolate se dan en el BAFICI y llega a nuestro país para acompañarlas.

Tom Yum Gong es la primera película que se proyecta en Buenos Aires del nuevo Maradona del género: Tony Jaa; quién no solo se jacta de realizar sus proezas sin la ayuda de ningún tipo de cable, arnés, o efecto digital, sino que además viaja por el mundo presentándolas en vivo como si fuese toda una estrella de rock. En Tom Yum Gong Tony Jaa encarna a Khan, un provinciano (que tal como en su anterior, Ong Bak) debe viajar a la ciudad para recuperar cierto objeto sagrado robado de su aldea, en este caso, un elefante y su cría. Con esta historia elemental y a la velocidad con la que en una porno caen las vestiduras, la película da a lugar a que Tony haga lo suyo; y una vez que empieza es imposible no caer en la lona a los pies de este astro. Cine deportivo, físico, en que todo placer estético es reemplazado por el placer cinético de ver al mismo Tony desafiar todas las leyes de gravedad y corporales existentes. Una épica de destreza humana, donde además, su director, acompaña las dificultades físicas que encara Tony y organiza travellings imposibles y un plano extensísimo subiendo unas escaleras en forma de caracol que quedará en la memoria del género por mucho mucho tiempo.

Por otro lado, en Chocolate, Pinkwae se sirve de una matriz melodramática y una diestra jovencita en plan de nena autista para lograr otro festín de piñas y patadas (o rodillas y codazos, tal vez sea más apropiado). Conciente de la dimensión icnográfica de Tony Jaa, esta protagonista aprende el arte de la lucha viendo las películas de este actor y esto le alcanza para salir a defender a su familia a través de sus dotes marciales. Tal como en Tom Yum Gong y la inédita Ong Bak, no faltan acá personajes tan cómicos como llamativos, como el gordito que acompaña a la protagonista o el enfermito mental que debe enfrentar la nena hacia el final; ni momentos de una diversión tan ingenua como desatada. Pero nuevamente, el gran atractivo, son los enfrentamientos físicos y las coreografías con las que son representados. Dos o tres escenitas hacen de Chocolate una película memorable: esas de los enfrentamientos en la feria de carniceros o la de la fábrica de hielo; pero por sobre todo, deslumbra con ese final prodigioso en el que decenas de tailandeses combaten contra la protagonista al limite del vacio sobre los balcones de un edificio. Ahí es cuando uno comprueba que lo que hacen Pinkwae y sus amigos y stuntmen se trata de algo encarado con todo el esfuerzo y el riesgo posibles, y que por eso merecen toda nuestra atención y respeto.

Dos muestras de un cine popular en estado puro y de lo que se puede lograr si uno filma lejos de Hollywood sin compañias aseguradoras y sindicatos que atenten contra la épica, la magia y las posibilidades físicas y cinematógraficas del cuerpo humano. Seguramente, la vida en Tailandia cueste muy poca plata.

Gomorra

Vayan a conocer a unos pibes divinos, los integrantes de la Camorra.

Gomorra (Italia – 2008 - Matteo Garrone)

Gomorra es una de las películas sobre mafiosos más violentas que recuerde haber visto. Y no tanto por lo que muestra sino por como lo muestra. En ella no hay cabezas equinas decapitadas ni capos arrasando a multitudes de narcos previa ingesta de montaña de cocaína; hay mucho menos que eso, pero mostrado de una manera chocante, molestísima. Escenas como la de la masacre del solarium durante su comienzo o aquella en la que los sicarios Ciro y Marco prueban ametralladoras vestidos solo por calzoncillos Dolce & Gabanna, se hacen de una incomodidad intolerable. Y esto es porque Matteo Garrone decide filmar lejos de toda fascinación por la violencia y glamour, en cambio nos invita con su cámara a acompañar y mezclarnos entre los puntos de vista de sus personajes como si fuéramos uno más de ellos. Una suerte de cámara testigo que otorga mucho realismo, pero además, un enorme clima de inestabilidad y pesadez. Toda violencia y muerte en Gomorra golpea en la nuca, y cuando uno se da vuelta (es decir, cuando la cámara se da vuelta para recorrer lo que antes era fuera de campo) no hay más que gritos, confusión y sangre. Toda muerte en ella es sorpresa -no se puede ni pestañear- y cada vez que irrumpe nos deja con miedo, con asco y la cabeza dando vueltas.

Por otra parte, Gomorra se trata de una actualización del género de gangsters a estos tiempos modernos, hipercapitalistas y globalizados. Lo que cuenta –y bien muestra- es el funcionamiento, siempre desde adentro, de la mafia napolitana de la Camorra, y abarca todos sus estratos: desde el pibe de los mandados hasta el capo de negocios millonarios (bastante a la manera que Traffic de Soderbergh lo hace con la red de narcotráfico en EU); con una mirada sobre el crimen organizado ni épica ni romantizada, sino desmitificada. Acá no interesa el ascenso y la caída del jefe camorrista, sino la rutina, la burocracia y la ejecución cotidiana de la violencia en un sistema tan bien instaurado como aceitado. Sistema que parece proyectar una permanencia larga y que cubre desde la venta de falopa en las esquinas del barrio hasta la financiación de talleres de alta costura o el tráfico de deshechos tóxicos industriales en toneladas; y que por otro lado, es bien real y vigente. Por lo tanto, Garrone y su cámara nos las enseñan de la manera más inmediata, seca y tajante posible, casi escupiendo en nuestra cara. Una película insoportable, pero en el mejor sentido de la palabra. Calificación: 9

El transportador 3

Me pelé para parecerme a Jason Statham, pero me falta... me falta mucho.

El transportador 3 (Transporter 3 – Francia – 2008 - Olivier Megaton)

Hay autores, y también hay artesanos, buenos coreógrafos y tipos que ejercen su oficio con pericia; después, hay simples obreros de la industria, ladrones e hijos de puta. Esos son algunos de los tantos rótulos para referir a un director de cine. Cory Yuen y Louise Leterrier, responsables de las dos primeras partes de las saga de este remisero de lujo fundamentalista de los Audis negros, supieron ser buenos coreógrafos, dotando a sus películas de un vértigo, un musculo y una destreza visual acordes a la personalidad y la capacidad física de Jason Statham; en cambio, su relevo, este tal Oliver Megaton, no es más que pura rutina y falta de talento, es decir, un hijo de puta. Por consecuencia, El transportador 3 se trata de una de acción más, con algún que otro momentito divertido y logrado, que logra zafar, pero ante todo, por el enorme carisma del pelado. Un actor, sí, pero que merece mucho más que ese simple rotulo. Calificación: 4

Dato curioso: el director de esta película cambió su apellido de Fontana a "Megaton" porque nació un 6 de Agosto, fecha aniversario de la caída de la bomba atómica en Hiroshima. ¿No es un poco siniestro?

Slumdog Millonaire

Esta nota va desde España.

Slumdog Millonaire: ¿Quien quiere ser millonario? ( Slumdog Millonaire - Reino Unido - 2008 - Danny Boyle)

Antes de encarar la visión de está película una amiga me contó que no la quería ver porque se había enterado que en ella mostraban algo terrible: cómo en India mutilaban y cegaban a chicos para despues mandarlos a mendigar. Y sí, en Slumdog Millonaire pasan cosas terribles, y muchas, empezando por que el protagonista se hunde literalemente en una pileta de mierda para poder conocer a su actor favorito, pero ninguna tiene el peso dramático necesario como para tocar aunque sea un nervio en el espectador. ¿Razones? Danny Boyle decidió filmar y montar a mucha a toda velocidad, a demasiada velocidad; lo que la convierte ante todo en una película ligera, livianísima, en la que todo se sucede a ritmo de videoclip. Y en la que sucede de todo, pero nada con la fuerza suficiente. A caballo de una fábula tan banal sobre el azar y el destino como aquella de la pelotita de tenis en Match Point de Woody Allen.

Por otro lado no es más que una serie de ideas sobre lo que es el tercer mundo para los habitantes del primero: basura, guerra, delincuencia y explotación infantil. Todo en Slumdog millonaire es un tópico de los que es (o debe ser) la vida en el subdesarrollo. Lo que habla de una película que mira con distancia la vida en otros países, sin involucrarse jamás. Tanta distancia, que está musicalizada por M.I.A., que es de Sri Lanka, reside en Inglaterra y es un claro ejemplo de música posmoderna y globalizada, pero que cae en la misma bolsa. Aclaro, prefiero esto a muestras de falso compromiso con la gente del tercer mundo como las de El jardinero fiel, pero Slumdog Millonarie no deja de tratarse de un cine epidérmico, efímero e irresponsable.

Ahora, que halla ganado el Oscar y se anuncie como la primera gran película de la era Obama no deja de generarme mala espina. Obama, se supone, implica una era de tolerancia, integración y respeto, y Slumdog Millonaire, filmada con lenguaje y estilismos del primer mundo (lejos está de Bollywood o la apertura hacia otros cines) apenas si mira con mucha distancia a ese otro mundo, y lo hace con los preconceptos de siempre. Lo que deja claro que con Obama o sin Obama la posición de Estados Unidos hacía el exterior no va a cambiar mucho. Que los Señores Oscar se dignen a nominar a algo que se salga de sus cánones o premien a directores que se animen a un poco más que Danny Boyle, y que después sí me vengan a hablar de la entrada a una nueva era. Mientras, me quedo con un buen Bollywood, que acá en España hay un montón de emigración india y se consiguen a montones. Calificación: 4

Rudo y Cursi

Fui al cine con mi hermana. Eligió ella.

Rudo y Cursi (EU, México – 2008 – Carlos Cuaron)

El fútbol es un deporte difícil de representar. Alguna vez leí por ahí algo muy interesante, que a diferencia del béisbol, el básquet o algunos de los deportes comúnmente llevados a la pantalla por Hollywood, el fútbol carece de los tiempos muertos necesarios para hacer avanzar un relato por fuera y por dentro de la cancha: una vez que la pelota rueda, no hay tiempo para dialogo ni conflicto dramático; todo es pura acción, pura confusión. Algo que como consecuencia lo hace un poco anticinematográfico. Pero lo cierto es que para agrupar a veintidós jugadores capaces en un campo de juego y a una multitud que los circunde, es necesario contar con aptitudes actorales, técnicas y presupuestarias bastante elevadas. Recuerdo escasas buenas películas sobre fútbol, Escape a la Victoria de John Houston (con Stallone atajando un penal), Shaolin Soccer de Stephen Chow; no mucho más.

Ahí radica el gran problema de Rudo y Cursi, en sus dificultades para poner en escena al deporte. Nunca, o casi nunca (salvando las escenas de los penales y algún q otro momentito), se ve a Gael o a Diego Luna jugar al fútbol: lo hacen fuera de campo o a través de alguna imagen televisiva media confusa, lo que es muy decepcionante. Y no por que esto ocurra por decisiones estilísticas o narrativas, sino simplemente por pura incapacidad. Así es que tenemos una película “de personajes”, con personajes incompletos, a los que se les corta las piernas. Tanto Gaelcito como Luna deberían haber pasado menos tiempo en bares de Palermo y fiestas de MTV y un poco más ensuciando sus patas en algún potrero.

Pero otro aspecto que falla en estos personajes, más allá de si los dos actores que lo representan tienen química o no (algo que en definita poco me importa), es el simbólico. Si uno pretende hacer una lectura se encontrará con que Rudo, Cursi y su manager Batuta (personificado por Francella) no son más que los estereotipos del explotado y el chanta de una latinoamérica en la que la bajeza, la corrupción y el delito triunfan en todos los estratos. Cuaron no solo acepta esto, sino que ni siquiera lo cuestiona, más bien lo da por sentado: de México a Argentina somos un país de timberos, merqueros, putañeros, estafados y estafadores, a los que no nos queda otra más que bajar la cabeza y seguir el juego, parece decirnos. Alguna criticas que leí por ahí señalan como una característica positiva el hecho de que la película simplemente muestra como el negocio del fútbol de México se parece al de otros países, tal como el nuestro. Yo digo: ¡que novedad!

Igual no son todos palos, y esto lo aclaro por si mi hermanita da con esta nota (¡Vir, de verdad, igual la pase muy bien!). La película entretiene, con buenos momentos y un humor a veces logrado. Tal vez lo mejor -tengo que admitirlo- sea Francella, quién demuestra que cuando lo sacan de productos televisivos o la fábrica de soretes de Rodolfo Ledo y lo meten a laburar en algo más profesional, puede ser un buen actor de cine. Rudo y Cursi es como una pelota toda remendada (con esos parches que son la constante voz en off de Batuta y la decisión de no mostrar jugando al fútbol a sus personajes) que rueda, permite jugar y divertirse, pero que no deja de ser bastante fea. Calificación: 4

Asterix en los Juegos Olímpicos

Ni para comprar en VCD en La Salada cuando te falta un último título para completar el 4 X 10.

Asterix en los Juegos Olímpicos (Asterix aux jeux olympiques – Francia, Alemania, España, Italia, Bélgica – 2008 – Frédéric Forestier, Thomas Langmann)

Siempre solemos despotricar contra lo peor del cine comercial norteamericano -tal vez por nuestra necesidad de combatir su insistente imperialismo cultural- y tolerar un poco más el flojo cine comercial europeo -tal vez por sentirnos más hijos de su cultura-, pero lo quiero gritar: ¡el cine comercial francés que está llegando acá últimamente es una mieeeeeeeerda! Esta nueva de Asterix no es más que un cúmulo de chistes tan vencidos como los pollos de Mazolin, en la cual nunca interesa ni lo más mínimo su historia, sus personajes, ni nada de nada. Dirigida por dos mogólicos que se compraron la maquinita de hacer efectos especiales que Stephen Chow y Javier Fresser ya tienen hace rato. Solo me resta decir que lo de Alain Delon da mucha pena. Calificación: 1

Las diez películas del 2008

El 2008 confirmó la tendencia: cada vez menos sala de cine y cada vez mas copia trucha. Con entradas a 20$, salas q cerraron (o amagaron con hacerlo) y una cartelera apestosa. Prueba de esto último es la desnutrida oferta con la que contó el mes de Diciembre, con Jueves en el que apenas se estrenó algún gift navideño y no más que otra de animación infantil. Mientras el DVD -y su complemento: la internet- sigue proponiendo lo más actual y mejor del cine de todo el mundo.

Esto trajo aparejado algunos fenómenos, unos alarmantes, otros favorables. Entre los primeros tengo que destacar la muerte del videoclubista. Ya se acabó ese empleado con oficio y conocimiento dispuesto a recomendarle a uno una buena película o charlar sobre un nuevo director. Ahora tenemos al "mantero", una especie que se desconcierta cuando uno le pide la última de Spielberg y lo único que conoce es el puesto de la Salada al que tiene recurrir para dotarse de lo que se estrena el próximo Jueves en el cine. Entre los otros, los fenómenos favorables, fue importantísimo el crecimiento de los cineclubs, que se pudo dar gracias a que los proyectores se pusieron a buen precio e inundaron el mercado. Los cineclubs dieron alternativas más interesantes que la cartelera del Village o el catalogo de DVDs ampliados que 791 Cine proyectó en los Arteplex y cobró como filmico.

Este 2008, en lo particular, pude colaborar en dos lugares relacionados con la critica; uno es el sitio Cineismo, en el cual su director me trató muy bien; y otra es la Revista Cinemania, que hace dos meses dejó de existir. Esto último me pareció una cagada, no solo porque también me trataron bien –lo que no es poco pedir en este medio- y pagaron correctamente, sino por que indica que hay un cierto público de cine que se está perdiendo. Aclaro que yo no era lector de Cinemania, ni tampoco me parecía una publicación muy respetable, pero representaba a ese espectador medio que puede ser cualquier hijo de vecino, interesado en leer un poco sobre cine aunque esto venga acompañado de fotos de 20 x 20 de George Clooney o Nicole Kidman. Ahora todo parece polarizado entre el tipo que le chupa un huevo todo lo que se escribe y el cinéfilo-culto-intelectual de El Amante, el freak de La Cosa o el productor-realizador al que apunta Haciendo Cine.

Pasemos a las películas. A continuación hay una decena de ellas, puestas en orden alfabético, que no pretendo proclamarlas como las mejores, sino como lo que más me gustaron de lo que vi en el año. Tal como propone la mayoría de las publicaciones, están elegidas dentro de lo que se estrenó en cine durante el 2008; y entre ellas hay muchas que quedaron bastante atrás en mi memoria como para asociarlas con este año (caso Promesas del Este o Planet Terror) y otras que no llegue a ver (caso Historias Extraordinarias) y sospecho que podrían estar tranquilamente entre estas. De las joyitas que vi en DVD (como la sueca Let the right one in) prefiero no contar.

Las diez de EL ODIANTE

Batman: El Caballero Oscuro (Christopher Nolan)
Y sí... finalmente la puse. Como película de superhéroes es lo mejor que se hizo desde El Hombre Araña 2 (hay que atender a las segundas partes muchachos) y además es un policial de la ostia: adulto, complejo, político. ¿Que más se puede pedir? Ah, viene con el villano del año. Aunque aclaro: no considero que sea para tanto como para desbarrancar a El Padrino de su imbatible Nº 1 en imdb.

Expiación, deseo y pecado (Joe Wright)
Para muchos, tal vez lo que pueda despertar Atonement (me gusta más el título original) se trate solo de puros placeres superficiales. Pero... ¡cuanta belleza que irradia y que bellamente filma Wright! Sea cual sea los textos con los que decide meterse, o una novela archiconocida o una menor como esta de Ian McEwan. A mi con eso me alcanzó para disfrutarla como a pocas. Además, Keryra Knightley está para enamorarse.

La nube errante (Tsai Ming-liang)
No quería elegir películas cuyo estreno se dio en DVD, pero bueno... acá está. ¿Cómo negarla? ¿Cómo negar ese baile alrededor de la poronga gigante? ¿Cómo negar ese Lee Kang-sheng disfrazado de lagarto y arrastrado por un estanque? ¿Cómo negar ese final, digno de que salgan fuegos artificiales de atrás de la pantalla? ¡Si! ¡Que lindo sería el cine si se estrenaran más seguido estas demencias asiáticas!

Los Paranoicos (Gabriel Medina)
Tal como lo fue (o pretendió ser) El fondo del mar de Damián Szifron, la de Medina es una película de síntesis, entre eso que algunos dieron por llamar Nuevo Cine Argentino, el cine de autor y un cine popular o de género. Se trata de un historia cotidiana, como la que puede vivr cualquiera, narrada con una precisión y un clasicismo sobresalientes, con momentos de western y personajes inolvidables. Como muchos, me identifique enormemente con el personaje de Hendler. No digo que cuando estoy solo hago los pasitos que hace él pero... hago taradeces peores.

Petróleo Sangriento (Paul Thomas Anderson)
Una película sobre la historia de Estados Unidos del Siglo XX contada a partir de la explotación petróleo, pero también la amarga historia de la soledad de un hombre (tema que se repite en la filmografía de Anderson). Todo contado con la destreza y la maestría que este discípulo de los Scorsese y Coppola de antaño puede ofrecer. Eso sí, demuestra que actores de la grandilocuencia de Daniel Day-Lewis solo pueden trabajar con directores de su talla.

Shara (Naomi Kawase)
Sin ser un relato de iniciación, por lo menos para mi Shara no deja de serlo; por que cuando la vi fue como encontrame con el mundo, a través de una pantalla de cine, como si fuese la primera vez. Una experiencia religiosa, epifánica. La cámara con la que filma Kawase parece ser los ojos de un ángel que cayó a la tierra para enseñarnos el mundo de los mortales por un ratito. De paso nos regala una de las escenas musicales más bellas que recuerde haber visto.

Shine a Light (Martín Scorsese)
Por esas cosas de la vida nunca fui a ver a los Stones, pero sospecho que en vivo no me hubiesen impactado tanto como sí lo hacen en la película de Scorsese. Por que acá se los ve cerquita, nítidos, perfectos y uno toma total conciencia que lo de Jagger, Richards y cía. es una hazaña absoluta, digna de llevarse todos los lauros. Tanto ver musicales en DVD me habían hecho olvidar que un recital se podía vivir frente a una pantalla de cine de esta manera. Lamentablemente, e inexplicablemente, fue el fracaso comercial del año.

El Tren de las 3:10 a Yuma (James Mangold)
Sí, tiene algunos problemitas, sobre todo en su resolución, pero no importa; fue una de esas películas que empecé a ver esperando nada y terminó por partirme el alma. Además me sirvió, ya que la vi en contraposición con Sin lugar para los débiles, para darme cuenta cual es el cine que me apasiona... el de héroes y seres humanos poseedores de valores por los que todavía vale la pena luchar, aquellos que piensan y creen en la posibilidad de un mundo mejor. Nada de lo que se puede encontrar en las películas de los Coen.

La Última Estación (Pino Solanas)
La única película nacional que vi en cine este año y la gente aplaudió al momento de correr los títulos. Lo que habla de un cine valioso para el pueblo argentino, no como el de muchos otros autores/as vernáculos que solo parecen resultar valiosos para una minoría critica o festivalera. La de Pino es una película importante por que comunica, discute y da pelea sobre un tema que nos toca sufrir cotidianamente, sin descuidar nunca todo potencial cinematográfico. Estoy convencido de que con más documentalistas como Solanas no solo tendríamos un cine mejor, sino también un país mejor. Además, como anunció alguno de los Fernández, se mandó la campaña publicitaria más cara y original del mundo: ¡mandar a quemar trenes de millones de dólares!

Wall-e (Andrew Stanton)
Ya lo dije, para mi este robotito chatarrero está vivo en algún lugar del universo; bueno... por lo menos tiene mucha más vida que mucha gente que conozco. Es que los de Pixar siguen haciendo de la animación un arte, nunca meros pasatiempos o excusas para vender cajitas felices. En Wall-e conjugan una historia emocionante y llena de vida con la distopia y la critica social, logrando que el pibe la pase bien y el papá salga debatiendo con la mamá el estado en que se encuentra el mundo. Un logro. Ahora lo único malo que me dejó, es que cada vez que veo una cucaracha pienso en la posibilidad de convertirla en mi mascota.