El inadaptado

Aquí va la primera critica escrita para http://www.cineismo.com/ ,un sitio que recomiendo por la calidad de los articulos de quienes escriben ahí, entre ellos, los del amigo Marcos Vieytes.

Pero antes, una anecdota: fui a ver la película que viene a continuación a la última función de un Domingo al Arteplex de Caballito. Resulta que la función se suspendió por que yo era el único espectador de la sala y esto no alcanzaba para comenzarla. ¡El único! ¡Domingo, diez de la noche! ¿Lo pueden creer? Me tuve que volver a mi casa sin película y con una crisis existencial digna de un personaje de la Nouvelle Vague. Crisis de la cual solo pude salir gracias a un cuarto de helado artesanal de Bambini y su dulce de leche bombón. Esto va en serio: el cine como lugar, como evento, como rito, se nos esta muriendo.

El inadaptado (Den Brysomme mannen - Noruega / Islandia - 2006 - Jens Lien)

El mundo (o infierno) que describe El inadaptado es gélido, aséptico, mortuorio. Uno donde los seres que lo habitan han perdido su capacidad de sorprenderse y emocionarse. Donde se han vuelto impermeables a la sangre, al dolor, a la muerte; donde ni siquiera los conmueve hallar un cadáver en la calle, perder un compañero de trabajo, o terminar una relación amorosa. Un mundo con humanos pero carente de humanidad, casi como aquel planteado hacia el final de Los usurpadores de cuerpo por un nuevo orden extraterrestre. Un mundo, que parece decirnos Jens Lien y su guionista, se parece cada vez más al mundo moderno, ese que nos toca vivir día a día.

Andreas -el protagonista del film- llega allí luego de suicidarse (o querer suicidarse, lo mismo da) arrojándose a las vías del metro después de observar perturbadoramente durante un largo rato como una pareja se besa en la estación (comiendose uno a otro como si se tratase de dos zombies de una película de G. Romero). Lo transportan en un micro en el que viaja él solo y lo depositan allí, a las puertas de una ciudad donde lo reciben con un departamento, un empleo, la posibilidad de conocer mujeres y todo el paquete armadito. Una vez en este lugar, le toca habitar espacios etéreos, compartir charlas intrascendentes con sus compañeros de oficina, cenar platos desprovistos de gusto y aroma, y coger con su novia siempre en la posición misionera (posición vulgar y rutinaria si las hay). Y lo peor: soportar que toda la gente que lo rodea le manifieste insólitamente ser feliz bajo esas condiciones. Hasta que, pronto, se pudre.

La incapacidad de adaptación de este Andreas, o su rebelión, surge ante la tendencia del mundo moderno por hacer de todo algo homogeneizado y pasteurizado (no por nada la estación de servicio donde lo esperan en el comienzo es marca “Standard”): la arquitectura, las mercancias, las relaciones humanas. Por eso, durante el climax del relato, persigue el olor de un plato que sospecha como artesanal, abundante, sabroso, único. La película nunca arroja hipótesis sobre el por qué de este estado de las cosas (esto tal vez halla que buscarlo en otras, como el reciente documental Mondovino, que ahonda específicamente en la cuestión de la standardización de la producción vitivinícola a partir del neoliberalismo y la globalización), pero sí, ofrece una mirada melancólica hacia la necesidad de plantarse frente a esto. A esos temibles y tan presentes “da lo mismo” o “esta todo bien” bien tipicos de la posmodernidad que son hoy la reacción común ante cualquier fenómeno, ya sea positivo o negativo.

Es cierto que lo que plantea El inadaptado no es ni muy original ni muy novedoso: su Andreas recuerda bastante a aquel Sam Lowry de Brazil de Terry William perdido entre tareas burocráticas y una sociedad indiferente, como la imposibilidad de escaparse de su infierno a pesar de llegar hasta el acto del suicidio, hace pensar en el Bill Murray de Hechizo del tiempo. Pero sí, hay que decir que no por eso deja de ser interesante como parábola de lo que sucede en la actualidad, especialmente, con la vida en las ciudades. Y lo hace con coherencia: con actores que contagian la languidez necesaria a cada uno de sus personajes, con una iluminación que da la sensación de estar todo el tiempo dentro de una heladera, con una banda sonora que genera climas terroríficos (originalmente su guionista, Per Schreiner, concibió el texto como una pieza radiofónica de terror), con una cámara colocada siempre a la distancia prudencial.

Y con todo esto Jens Lien tal vez no logra un plato copioso en matices, sabores y sensaciones, como el que busca su protagonista (sin encontrar nunca) y como el que parece anhelar su película para el mundo en que vivimos. Pero también es cierto que con medidos y escasos condimentos, como lo son sus escenas netamente surrealistas, su explicitez gore, y su humor negro, dista bastante de ser uno de esos platos insípidos, inodoros e incoloros que son muchos de esos que nos suelen llegar rutinariamente todos los Jueves. Calificación: 7

Tropa de Elite

Cuando hace unas semanas termine de ver la película que viene a continuación, sentí que me estaba perdiendo algo, que le estaba prestando una lectura errónea. Millones de espectadores, premios en Europa, buen puntaje en sitios importantes: estas eran algunas de las causas que me hacían desconfiar de mi mismo y preguntarme si no era que la estaba entendiendo mal; ya que hasta entonces me había parecido absolutamente nefasta. Pasaron los días, y para mi tranquilidad, toda duda quedo disipada cuando me comentaron que fragmentos de la misma eran utilizados en el Canal de Noticias C5N, el canal de Danielito Hadad, con el objetivo de ilustrar una fuerza policial ejemplar: más dura, más efectiva, menos corrupta. Claro, esa que para muchos es necesaria en Buenos Aires para que se acabe de una vez por todas ese maldito tema de la inseguridad que tanto nos tiene preocupados.

Y sí, siniestramente, su estreno se da a poquito nomás de que la Policía Porteña Macrista irrumpa en nuestras calles.

Tropa de Elite (Brazil – 2007 – Jose Padilha)

Recuerdo pocos casos en los cuales el uso de la voz en off juega tan en contra a una película como en este caso. En Tropa de Elite este recurso esta omnipresente, asfixiando las imágenes, explicitando lo que le pasa a los personajes, obligándonos a interpretar todo en una sola dirección. Un factor que pareciera hablar, en principio, de la incapacidad de un director para narrar a partir de cada plano. Padilha y su cámara están ahí, pero pueden estar en cualquier otro lado: dos metros a la izquierda, en plano general, arriba de una grúa o donde garcha sea. El criterio en la puesta escena es nulo, ya que lo mismo da, por que elige contar todo desde otro lugar: desde el montaje, y por sobre todo, desde esa fucking voz en off que nunca se calla. Ahora, lo raro, es que tengo muy buenas referencias de Ómnibus 174, el anterior largo de Padilha, el cual no pude ver. Lo que puede indicar que tal vez no estemos ante un realizador incapaz, sino ante algo peor: ante un tipo que cree que su público es tan estúpido e inferior que tiene la necesidad de que todo se lo expliquen y lo hagan en voz alta. Algo que considerando el carácter fascistoide de la película, se hace un poco más verosimil.

Tropa de Elite funciona como una celebración, como una publicidad de casi dos horas de duración sobre la BOPE: un grupo de elite paramilitar entrenado especialmente para combatir el narcotráfico en la favelas de Rio de Janeiro. Esta BOPE es dura, incorruptible, impiadosa e implacable en la lucha contra el crimen, y tiene licencia para torturar y matar sin ningún tipo de cuestionamiento. Ok, lo mismo se da en personajes como James Bond, pero la diferencia es que acá, lo que se vende, es la Realidad misma. Y esto es lo extremadamente molesto, como también lo era en Ciudad de Dios, película con la que todo el mundo relaciona esta. Pero si en Ciudad de Dios lo que jodía era la manera cool en que se mostraba una realidad para nada cool, en TdE es el discurso ultraderechista, hijo de puta y vigilante con que se lo hace. Si Ciudad de Dios es la realidad de la Villa del Bajo Flores o de Dock Sud contada por algún boludo palermitano que hace videos para MTV, en TdE lo es pero contada por un Bloomberg o un Hadad. La BOPE mata y después pregunta, al pobre y al narcotraficante hay que meterle bala por que son malos y su maldad es innata, nada tiene que ver con la condición en que viven. ¿Se pueden imaginar lo que sería un cuerpo de Policia como este en nuestro país? Hay un solo momento en que la película parece cuestionar su proceder. Es cuando en una redada la BOPE mata a un pibe y luego tortura a otro hasta que le canta el aguantadero de su jefe. A partir de esto, en una escena siguiente, la madre de este pibe torturado se presenta al protagonista de la película y, cual Priamo ante Aquiles, le pide por favor el cuerpo de su hijo desaparecido. Desaparecido a mano de los propios narcos por haber cantado su ubicación y traicionarlos, cuando no le quedará otra por que sino lo mataba la propia BOPE. Ahí parece que la cosa va tomar otro tono, que se va a despertar un drama sobre la miseria, el crimen y la culpa alla Dostoievsky, y donde se va a reflexionar sobre la condición humana. Pero no, estos miembros de la BOPE, con el protagonista de la película a la cabeza, reafirman su violencia y su posición haciendo un par de submarinos secos y dejando algunos cadáveres en el camino hasta dar con el cuerpo del pobre pibe este. Lo llamativo es que la película empieza con una frase de Stanley Milgran que dice que no es el carácter de una persona la que determina como actúa, sino la situación en la que se encuentra. Lo que pareciera indicar que la película de Padilha cree que fenómenos como la delincuencia y la corrupción son ante todo un problema estructural, en el sentido marxista. Pero tanto la BOPE como la película en sí nunca le da a sus personajes una posibilidad de redimirse, o de salir de la situación que los ha convertido en lo que son, sino que acaba con ellos y lo hace de la peor manera: cruelmente, a sangre fría y gatillo fácil. Nunca plantea o reflexiona el hecho de que los malos son malos por todo lo que les ha tocado vivir. Por lo tanto, se trata de una mentira absoluta. Un cine de gente que cree que la violencia se acaba con más violencia, que cree y reafirma a países partidos en dos en donde a los ricos no les queda otra salida que hacerle la guerra a los pobres, y así, viceversa. Y que esta convencida que la solución al problema no es la inclusión social sino la imposición de más mano dura. Muchachos: ¡guarda con fumarse un porro a ver si los agarra la BOPE! Calificación: 1