La muerte en vivo

Live!
Dirección: Bill Guttentag
País: Estados Unidos
Año: 2007
Calificación: 2

Live! pretende dar una mirada irónica –me cuesta señalar que busca una mirada critica- sobre el estado de las cosas; mediáticas, televisivas. Eva Mendes encarna a una inescrupulosa productora de una gran cadena de TV de los Estados Unidos que organiza un show en el cual seis concursantes deben jugar en vivo a la ruleta rusa a cambio de una millonada de guita. Pero en vez de hacer lo suyo a partir de formas cinematográficas, Live! lo hace con las mismas que utiliza aquello ante lo cual se planta, es decir, mediante formas televisivas: está filmada como si fuera un reality, tiene segmentos tipo noticiero, los personajes miran a cámara, etc; y, además, se sirve de un argumento publicitario para atraer público al igual que se serviría cualquier mercachifle o tendero mediático para obtener dos puntos más de rating. Entonces, estamos en el terreno de las películas contradictorias, es decir, aquellas que borran con el codo todo lo que escriben con la mano, las que desde la forma atentan contra su tema y el tratamiento que hacen del mismo. Difícil tomarla en serio. Aparte, desde todo lugar, es poseedora de un mal gusto altísimo.

Dos últimas cosas: sobre ruletaruseros recomiendo 13 Tzamati de Géla Babluani, la cual está siendo remakeada por Hollywood; segundo, es hora de que la corten con tanto histeriquismo y tiren en bolas a Eva Mendes a la parrilla.

El Niño Pez

Dirección: Lucia Puenzo
País: Argentina
Año: 2009
Calificación: 6

Cuando terminó la película, en la función de prensa del último BAFICI, nadie la aplaudió. Me corrijo, sí aplaudieron, pero muy pocos y de manera muy tímida, con la excepción de uno que lo hizo efusivamente como si tuviera algo que ver con la producción de la misma. En lo particular, tampoco aplaudí. Y la verdad es que lo considere un acto injusto (la critica suele ser snob y cruel), porque si bien no se trata de una maravilla, no está nada mal, y creo que merecía aunque sea unos medidos choques de palmas. No costaba nada, hubiese sido educado. Aparte, en funciones de prensa, se aplaudieron con más fuerza bodrios enormes como la insulsa 35 Rhums de Claire Denis. Claro, Denis pertenece al selecto canon festivalero, la Puenzo no.

En El Niño Pez, la directora de XXY se acerca más a una idea de cine popular, eso que en los Festivales siempre se mira con un poco de recelo. Trabaja con géneros populares (el thriller, el policial) y con elementos populares (la cumbia, por ejemplo). En ella narra con un estilo bastante convencional y sencillo la historia de amor lesbiano entre una conchetita de San Isidro y su muki paraguaya, y lo hace sin brillo, pero con efectividad, sin caer nunca en el tedio o el desinterés, ni el comentario social subrayado. Sin embargo, lo que la hace buena son otros factores: primero, la conformación de Paraguay como un reservorio de mitos y, segundo y principalmente, los aciertos de casting con Arnaldo André (no había nadie mejor que él para su papel de estrella de teleteatro guaraní) y Emme (también inmejorable). Cuando aparece esta morocha, todo en la película gana credibilidad, sensualidad, luminosidad.

Aquí el conflicto entonces: Puenzo parece estar entre el interés popular y el interés por el Festival europeo, entre el género y la búsqueda de formas personales, entre la gélidez de la Efron y la voluminosidad de Emme. Nada está divorciado de lo otro, pero si se decide, sospecho, su próxima película tal vez gane más numerosos aplausos.

BAFICI: Hooked

Pescuit Sportiv
Dirección: Adran Sitaru
País: Rumania, Francia
Año: 2007
Calificación: 7

Tal como en varios buenos Polanski (El cuchillo bajo el agua, Perversa luna de miel, La muerte y la doncella) Hooked cuenta lo que pasa cuando en una pareja irrumpe una tercera presencia para desestabilizar su moral e intimidad. Mihai y Lubi, los protagonistas (pareja un tanto despareja, y por ende, bastante realista) planean un picnic en lo que aparenta un día tranquilo hasta que, por el camino, atropellan con su coche a una prostituta. Filmada en digital, con un estilo cercano al dogma (cámara en mano, iluminación natural) y siempre a partir de las subjetivas de sus personajes (si alguno vio la genial serie británica The Peep Show se puede dar una idea de cómo se ve esto), Sitaru nos pone en el seno intimo de sus criaturas. Ahí mismo hace mella esta tercer pasajera, para poner en conflicto la vida estructurada, apolínea y rutinaria de un noviazgo establecido contra la posibilidad de la vida liberal, plena y sin estribos que se escapa a sus lados. En el medio del sándwich, se desprenden unos comentarios bastante corrosivos sobre la sociedad rumana -y europea en general- y su posición ante lo diferente, lo marginal, y lo bajo. El resultado, un filme perturbador, con un suspenso que por momentos logra mutar en terror y con un personaje tan movilizador –el de la prostituta- que es capaz de sacar de la modorra a quién venga de ver una maratón de cinco seguidas durante una jornada de Festival.

BAFICI: Il Divo

Dirección: Paolo Sorrentino
País: Italia
Año: 2008
Calificación: 9

Un primer acercamiento a Il Divo, como a los trabajos anteriores de Paolo Sorrentino –último gran nombre de la alicaída cinematografía italiana-, provocan cierto desconcierto; por que se trata de un cine moderno, novedoso y a contracorriente del grueso de la producción Europea. Es que Sorrentino apuesta a lo que los autores de su país, desde el Neorralismo a Gomorra, poco se han animado: al cine como artificio y espectáculo.

En Il Divo consigue hacer cine político con uso de una estética publicitaria y videoclipera y lograr un biopic que escape a todas las anquilosadas formas establecidas por el mainstream para este sub-género. Y más corajudo aún, se mete a contar la vida de Giulio Andreotti, una siniestra figura de la política italiana perpetuada en el poder desde la posguerra que atentó severas veces contra la cinematografía de este país (averiguen en google por la Ley Andreotti) y ha sido procesado en tantas causas judiciales que solo se hace comparable, en nuestro país, a un personaje de la talla de Carlos Menem. Todo musicalizado con temas de bandas de moda como Bloc Party y montado a un ritmo velocísimo. Pero hay que aclarar que no se trata de un cine cínico, frívolo o descomprometido, sino que Sorrentino logra con su personaje un retrato profundo y complejísimo sin caer nunca en la demagogia o el lugar común. Mientras critica a la política de su país desde la cinefilia y la puesta en escena: hace que Andreotti (personificado por el gran Toni Servillo) se parezca de a momentos al lúgubre Nosferatu, o presenta a su entorno partidario como si fueran gangsters sacados de una película de Guy Ritchie. Nunca con obviedades o recursos esperables, a las balas de la política y la mafia, Sorrentino responde con balas de puro cine.

Solo resta destacar que Il Divo despierta un enorme deseo, el de tener en nuestro país por lo menos un Sorrentino, ya que nos sobran gobernantes con prontuario, pero faltan directores con su talento.

BAFICI: Tony Manero

Dirección: Pablo Larraín
País: Chile, Brazil
Año: 2008
Calificación: 9

Menos un thriller sobre un asesino serial que una película sobre la perdida de identidad sufrida por Chile y la posición asumida por gran parte de su sociedad durante la dictadura Pinochetista. O sea, cine político; pero a los tiempos que corren (como Il Divo, de la cual ya escribiré), con música disco y rock and roll. Una suerte de nueva El Chacal de Nahueltoro, recargada y actualizada. Tony Manero es un tal Raúl Peralta que cree ser Tony Manero (aquel icónico personaje de Travolta en Fiebre de Sábado por la noche), un bailarín dedicado al “espectáculo” –según sus propias palabras- que actúa en un teatrito de cuarta de barrio y está obsesionado con parecerse a su ídolo gringo (de ojos azules, dato importantísimo) y primermundista. Convencido y amoral, es capaz de todo por conseguirlo.

Pablo Larraín nos coloca tras los hombros de este monstruo (con un trabajo de cámara y una carencia de música incidental que recuerda al cine de los hermanos Dardenne) y nos hace acompañarlo bien de cerca en su intimidad para ser testigos de sus más atroces andanzas delictivas. Tal vez en algunas escenas peque de rozar cierto miserablismo (el modo en que registra los actos sexuales de sus protagonistas, las acciones ridículas a las que los somete), pero esto funciona en pos del discurso urticante que propone sobre la sociedad que decide recrear. Violenta, bruta, hasta inesperada; Tony Manero –film y personaje- ponen el dedo en la yaga tanto de Chile como de todo país del subdesarrollado dispuesto a cualquier mezquindad con tal de pertenecer a la fantasía primermundista aunque sea durante cinco minutos. Las consecuencias, nefastas. No hay en estos personajes ni la más mínima intención de despertarnos empatía, ni siquiera pena; sino todo lo contrario, nos chocan, nos repelen, nos asquean.

Sumada a La Nana, Tiempos Malos y la retrospectiva Perut-Osnovikoff, nuestro país lindante logró en este BAFICI tal vez su año de mejor representación. Como aclama el título de otra película trasandina reciente de otro Larraín (Ricardo), ¡Chile puede!

BAFICI: Treeless Mountain + Breathless

Treeless mountain
Dirección: So Yong Kim
País: Corea del Sur, Estados Unidos
Año: 2008
Calificación: 6

Drama sobre dos nenas que son abandonadas primero por su padre y luego por su madre, con el argumento de ir en busca del anterior. El punto de vista siempre es el de ellas, los adultos parecen altos y ajenos. La cámara yace a sus alturas y los encuadres son cerrados, pegados a los cuerpos humanos y a los pequeños objetos que las rodean (desde juguetes, hasta insectos que venden en las esquinas como si fueran golosinas). La geografía que recorre es acotada, como la que uno recorre por si solo cuando es niño, y todo parece lejano.

A pesar de que estos recursos han sido utilizados en varias otras ocasiones para describir el mundo de niños dejados a la deriva con resultados mucho más potentes (recordar la tremenda Nadie Sabe), la misma directora coreana de In between days logra hacerlos funcionar para generar una sentida memoria sobre los traumas y experiencia familiares de su infancia. Y con sencillez y sobriedad, hace que vayamos de la mano de estas dos nenas subiendo la montaña durante casi noventa minutos.

Breathless
Ddongpari.
Dirección: Yang Ik-June
País: Corea del Sur.
Año: 2009.
Calificación: 8

La película de Yang Ik-June –acá también actor, guionista y productor- trata sobre uno de los dos tópicos más importantes del cine surcoreano de la última década, la violencia (el otro es la relación, siempre en estado de tensión permanente, de las dos Coreas). Violencia entendida aquí como ejercicio de poder y como mal que afecta transversalmente a la sociedad en todos sus estratos. Con una visión sobre el tema más cercana a la de otros autores surcoreanos, como el Chang Dong-lee de Greenfish o el Kim Ki-duk de Bad Guy, que a la del cine de género de este país; es decir, sumamente critica y alejada de toda estilización y sadismo.

Breathless narra el devenir diario de un matón incorregible, empleado en una Pyme encargada de cobrar deudas (una suerte de Morosos Incobrables en clave barrabrava), y su relación con una chica de escuela que sufre las consecuencias de la violencia doméstica y callejera. Así, habitan dos relatos: uno sobre la naturaleza negativa de la violencia; otro, sobre la relación de dos seres humanos desesperados a los que sus heridas les hace imposible adaptarse en la sociedad. El protagonista encarnado por el mismo Yang Ik-June es una suerte de personaje sacado de algún western clásico (relacionable, por ejemplo, con aquel Ethan Edwards de Más corazón que odio), un hombre patotero y sentimental que trabaja para reestablecer cierto orden del que quedará afuera, por que en el universo propuesto por la película la violencia tarde o temprano cobra sus deudas a quienes la ponen en practica, y una vez que se entra en el juego no hay salida aparente.

Por lo tanto la atmósfera que propone es asfixiante, aunque tal vez de a ratos excesiva. Cada vez que los golpes cruzan la pantalla (y hay muchos, muchísimos), su director decide mostrarlos con una cámara feroz, desprolija y arrebatada, que solo genera confusión y malestar. Bien apartada de la fascinación por la violencia que ejercen unas cuantas otras películas coreanas desde su puesta, tales como Sympathy for Mr. Vengeance de Park Chan-wook, por dar solo un nombre. En cambio, la posición que asume frente a ella es la misma que asume en más de una ocasión su protagonista femenina, la de alguien que mira desde la cuadra de enfrente, con tristeza y rechazo, casi como pidiendo que paren de una vez por todas. Tanto una película útil como denuncia ante un problema que en la sociedad coreana parece pedir a gritos una solución, como un melodrama intensísimo que significó uno de los momentos más emocionantes de este último BAFICI.

BAFICI: The pleasure of being robbed

Dirección: Joshua Safdie
País: USA
Año: 2008
Calificación: 8

El Cine Independiente, como concepto, ha sufrido en estos últimos años enormes malinterpretaciones y transgiversaciones: pasó de ser un grito de autonomía para convertirse en un género devorado y asimilado por los estudios de Hollywood, quienes no tardaron en producir mediante subsidiarias una buena de cantidad de trabajos bajo este mote (hasta se habló recientemente de películas de la talla de Slumdog Millonarie como “cine independiente”, vean ustedes). Pero ¿qué es hacer cine independiente? Según Jonathan Rossembaum “un realizador independiente es alguien que tiene el control final de su trabajo”; y de eso se trata, por más que halla nacido como concepto pensado para denominar a todas las películas hechas por fuera de los grandes estudios, de un cine hecho por gente que no pierde su libertad artística y creativa en manos de quienes ponen el dinero.

En este contexto es importante ver una película como The pleasure of being roobed, que de la mano de Beeswax, de Andrew Bujalski, también proyectada durante el Festival, sirven para aclarar ese concepto tan denostado de cine independiente. Indie auténtico, rodado en un 16 mm roñoso, con cámara en mano, escaso presupuesto y apenas un puñado de actores en locaciones a las que, se sospecha, han utilizado de forma clandestina. The pleasure... narra unos días en la vida de Eleonore, una pelirroja vestida de minifalda que roba cuanto puede al primer cristiano que se le cruza por su camino. Pero no se trata de una ladrona de profesión, si no de alguien que utiliza el robo como camino hacia una vida libre y desprejuiciada. Lo que hace Eleonore es vivir, vivir por los demás, aprovechando los bienes que sus dueños tienen y muchas veces no pueden valorar: en una de las mejores escenas se afana un auto con un amigo y viaja hasta el amanecer hacia rumbos inciertos e imposibles. Una manifestación de espíritu libre, fresco y carente de miedo, que es el mismo que caracteriza a toda la película.

Como es común en el indie, está toda transitada por personajes de estas características, excéntricos y adorables a la vez, quienes dan lugar tanto al gag como a la ternura, y que acá, además, se erigen como expresión de una juventud norteamericana desprovista de amor y repleta de incertidumbres. La inconciencia con que Eleonore comete cada robo hace que sea imposible no generar simpatía por ella, y a la vez consigue una tensión enorme, por que siempre parece que está a punto de ser atrapada, y con ella, detenido el relato. Por otro lado, el inmenso amor por la vida que tiene esta chica hace imposible que se la juzgue por sus actos, sino que uno quiere salir a robar con ella; o mejor dicho, a jugar con ella, por que de eso mismo se trata a fin de cuentas. Eleonore no solo roba carteras o coches sin saber conducir, sino que es capaz de plantarse a jugar ping pong contra profesionales sin tener idea de cómo agarrar una paleta (¿quién dijo que para jugar a un deporte hay que ser un jugador experimentado?) o pedirle a los policías que la atrapan hacia el final de la película de que le permitan dar un paseo por el zoológico esposada a ellos; lo que da lugar a una escena con un oso polar que hace imposible que uno no caiga rendido a sus pies.

Un cine ameno y placentero, como su título lo sugiere, que invita a eso, a disfrutar de las pequeñas cosas que nos rodean y robarle a la vida aunque sea unos pequeños momentos de felicidad. Godard decía que para hacer una buena película solo es necesario un auto, una mujer y un revolver; a Safdie solo le alcanza con un auto, una mujer y un oso de peluche gigante.