BAFICI: Treeless Mountain + Breathless

Treeless mountain
Dirección: So Yong Kim
País: Corea del Sur, Estados Unidos
Año: 2008
Calificación: 6

Drama sobre dos nenas que son abandonadas primero por su padre y luego por su madre, con el argumento de ir en busca del anterior. El punto de vista siempre es el de ellas, los adultos parecen altos y ajenos. La cámara yace a sus alturas y los encuadres son cerrados, pegados a los cuerpos humanos y a los pequeños objetos que las rodean (desde juguetes, hasta insectos que venden en las esquinas como si fueran golosinas). La geografía que recorre es acotada, como la que uno recorre por si solo cuando es niño, y todo parece lejano.

A pesar de que estos recursos han sido utilizados en varias otras ocasiones para describir el mundo de niños dejados a la deriva con resultados mucho más potentes (recordar la tremenda Nadie Sabe), la misma directora coreana de In between days logra hacerlos funcionar para generar una sentida memoria sobre los traumas y experiencia familiares de su infancia. Y con sencillez y sobriedad, hace que vayamos de la mano de estas dos nenas subiendo la montaña durante casi noventa minutos.

Breathless
Ddongpari.
Dirección: Yang Ik-June
País: Corea del Sur.
Año: 2009.
Calificación: 8

La película de Yang Ik-June –acá también actor, guionista y productor- trata sobre uno de los dos tópicos más importantes del cine surcoreano de la última década, la violencia (el otro es la relación, siempre en estado de tensión permanente, de las dos Coreas). Violencia entendida aquí como ejercicio de poder y como mal que afecta transversalmente a la sociedad en todos sus estratos. Con una visión sobre el tema más cercana a la de otros autores surcoreanos, como el Chang Dong-lee de Greenfish o el Kim Ki-duk de Bad Guy, que a la del cine de género de este país; es decir, sumamente critica y alejada de toda estilización y sadismo.

Breathless narra el devenir diario de un matón incorregible, empleado en una Pyme encargada de cobrar deudas (una suerte de Morosos Incobrables en clave barrabrava), y su relación con una chica de escuela que sufre las consecuencias de la violencia doméstica y callejera. Así, habitan dos relatos: uno sobre la naturaleza negativa de la violencia; otro, sobre la relación de dos seres humanos desesperados a los que sus heridas les hace imposible adaptarse en la sociedad. El protagonista encarnado por el mismo Yang Ik-June es una suerte de personaje sacado de algún western clásico (relacionable, por ejemplo, con aquel Ethan Edwards de Más corazón que odio), un hombre patotero y sentimental que trabaja para reestablecer cierto orden del que quedará afuera, por que en el universo propuesto por la película la violencia tarde o temprano cobra sus deudas a quienes la ponen en practica, y una vez que se entra en el juego no hay salida aparente.

Por lo tanto la atmósfera que propone es asfixiante, aunque tal vez de a ratos excesiva. Cada vez que los golpes cruzan la pantalla (y hay muchos, muchísimos), su director decide mostrarlos con una cámara feroz, desprolija y arrebatada, que solo genera confusión y malestar. Bien apartada de la fascinación por la violencia que ejercen unas cuantas otras películas coreanas desde su puesta, tales como Sympathy for Mr. Vengeance de Park Chan-wook, por dar solo un nombre. En cambio, la posición que asume frente a ella es la misma que asume en más de una ocasión su protagonista femenina, la de alguien que mira desde la cuadra de enfrente, con tristeza y rechazo, casi como pidiendo que paren de una vez por todas. Tanto una película útil como denuncia ante un problema que en la sociedad coreana parece pedir a gritos una solución, como un melodrama intensísimo que significó uno de los momentos más emocionantes de este último BAFICI.

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