
Ahora, más sabor amargo, lo último de Tim Burton.
Sweeney Todd (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street – EU / Reino Unido – 2007 – Tim Burton)
En mi relación con Burton, su cine se divide en dos grupos. Están las películas que me gustan en serio y las que me gustan solo en su superficie, es decir, en su diseño de arte, en su fotografía, en su vestuario, etc. Dentro de las que me gustan en serio, esas que me parecen interesantes en su esencia, en lo que cuentan -más allá de todo el placer visual que su cine siempre me provoca-, están El joven manos de tijera, Ed Wood o El Gran Pez. Dentro de las otras, esas que son muy lindas de observar pero que no me tocan un pelo: La leyenda del jinete sin cabeza, El cadáver de la novia, o El Planeta de los simios. Y Sweeney Todd se inscribe en este segundo grupo. En lo personal, lo que cuenta su nueva película poco me interesa. Y no es que la historia original del barbero vengador asociado a una cocinera que vende pastelillos rellenos de carne picada humana carezca de atractivos. Sino que me parece que Burton y sus guionistas desaprovechan todo su potencial, en por ejemplo, ver de que manera este cuentito hace eco en el presente, o en desarrollar con más profundidad esa lúgubre Inglaterra Victoriana que describen. En cambio, toda la atención parece estar enfocada en que los humitos que salen de las chimeneas no falten nunca en la post producción, en que las dentaduras de los personajes nunca dejen de lucir con mugre y podredumbre, o a que cada plano nunca le falte la medida proporción de oscuridad y rojo sangre. Esta película da la sensación de que a Burton y su gente le salió de taquito, bien fácil, con un equipo técnico y actoral bien aceitado, que ya lo conocen y repiten muchos aspectos estéticos ya definidos en otras de sus obras. Aunque por otro lado, hay algo muy destacable en Sweeney Todd y es que Burton sigue siendo fiel a sí mismo, a su universo, a los singulares seres que lo suelen habitar; pero a la vez, de alguna manera, renovandose. Si bien, por ejemplo, la truculencia no es un elemento nuevo en sus películas, en Sweeney Todd tiene un protagonismo inédito. En Marte Ataca hay cuerpos hechos mierda pero siempre por lo efectos especiales. En La leyenda del jinete sin cabeza hay mucha violencia pero es juguetona, nunca tan sangrienta, ni tan cruda como es ahora. Lo mismo pasa con el musical. Nadie olvida a los Oompa Loompa de Charlie y la Fábrica de Chocolates, pero en Sweeney Todd los números cantados vienen en otras dosis y bien se la puede definir como un musical, cosa que antes no pasaba con ninguna otra de sus películas (aunque lo lamentable es que se halla quedado en la idea de puesta en escena a lo Broadway y no halla explotado algunas otras posibilidades cinematográficas que da el género musical, por ejemplo, desde el montaje). Y también, por último, hay en Sweeney Todd un cambio en el tono de relato que antes no estaba presente en la filmografía del Burton. El tono es más negro, más pesimista, más desesperanzador. Ni siquiera se concreta en pantalla el amor sobre el final entre los dos personajes jóvenes, la tragedia termina de la peor manera sin darle espacio de redención a nadie, y hasta los niños no se salvan de la pesadilla de vida que les espera. Como si Burton se nos hubiera puesto viejo y le hubiera llegado la depresión y la falta de fe en el mundo. ¿Se lo pueden imaginar pelado, sin su característica porra? Calificación: 7