Wall-e

Haber visto Wall-e en el cine me hizo pensar un poco más en el porqué de que Batman: El caballero de la noche no me parece una obra maestra, categoría a la que muchos por ahí se esfuerzan en elevarla y algo que me interesa debatir. Sí, creo que se trata de una muy buena película, como lo pueden ser otras de su mismo director como Memento o El gran truco. Esto principalmente por que desde Following –su opera prima- las películas de Christopher Nolan siempre fueron demasiado cerebrales, demasiado calculadas, demasiado frías; siempre apoyadas en los vericuetos de sus guiones antes que en cualquier otro aspecto. Cito un comentario que me quedo grabado de Juan Manuel Domínguez sobre El gran truco en la Revista El amante de Diciembre del 2006: “Nolan agota la coherencia y potencia de El gran truco con su pantomima de mostrar todo por aquí y por allá para finalizar sacando de la galera otro conejo fílmico, otro film dominado por sus vueltas de tuerca”. Algo parecido creo que pasa con la nueva del batipibe, como en todas sus otras películas. Eso, que están dominadas por sus guiones. Aunque acá está Heath Ledger que con su Guasón prende fuego la pantalla cada vez que aparece, y esto parece provocar la euforia ciega en cada uno que la ve para salir gritando: ¡Un 10!¡Una obra maestra! ¡Excelente pibe! Pero lamentablemente uno se las tiene que ver más tiempo del metraje con Nolan que con ese Guasón, villano que uno hasta quiere que triunfe y nos hace lamentar, y mucho, que Ledger se halla ido. Nolan sigue siendo un director que se luce desde sus guiones, pero no desde la puesta en escena, ni desde la construcción de una Ciudad Gótica personal (como era aquella de Burton), o desde la creación de un Batman entrañable que nos pueda conmover con su decisión en el final de la película. Para la obra maestra, creo, le falta.

Wall-e, puesta en contraste, demuestra que no importa la técnica, ni el género, ni el nivel de complejidad del guión, ni de si se trata de hombres de carne y hueso o bichos generados por una computadora. Lo que importa, en el fondo para hacer una gran película, es el corazón que uno le ponga.

Wall-e (EU – 2008 – Andrew Stanton)

Apenas terminada Wall-e estuve convencido durante un rato largo de que uno podía encontrar un robotito chatarrero como el de la película a la venta en una veterinaria descansando al lado de un cachorro de ovejero alemán u otro animalillo. Que ese pedazo de hojalata vivía en nuestro mundo. Que en algún lugar de la tierra algunos de su especie estaban caminando y haciendo sus cosas. Que uno podía hacerse amigo de uno y llevarlo a su casa para mirar juntos un musical o jugar al pong. Sí, que Wall-e existía de verdad, en algún lugar fuera de esa pantalla que en algún momento estaba condenada a apagarse. Es que la gente de Pixar parece tener bien claro eso que señalaba el gran Jan Svankmajer, que animar es invocar vida. Algo distinto a lo de los muchachos de Dreamworks que parecen estar convencidos con cada nueva película de que animar es igual a antropoformizar, o a generar personajes que se parezcan a Will Smith, Jack Black o algún otro de la farándula. Al igual que ocurre con Toy Story o con Ratatouille, Wall-e es una película conmovedora por eso mismo, por el amor y la vida que ponen en cada uno de los personajes sus creadores, los Sres. Pixar.

Esta gente se ha decidido por lo cualitativo y no por lo cuantitativo. Pocas películas, pero trabajadísimas. Así es que en Wall-e la técnica alcanza niveles de la putísima madre (viéndola en filmico hay momentos que uno no puede creer que lo que esta viendo es pura animación). O que el relato roza la perfección, dando lugar a escenas mágicas como esa en que Wall-e baila con Eva a través del espacio impulsado por un matafuego. O que la critica social se entremezcla a varios niveles con la historia de amor más clásica y encantadora. Una critica que, de paso, presenta un futuro peligrosamente cercano y alarmante. Un poco al estilo de aquel que presentaba La Idiocracia, aunque acá la cosa tiene otra fuerza por el alcance que puede tomar en una película de la magnitud de Wall-e, sobre todo en los pendejos. Y lo mejor, es que por sobre todo lo descripto, los de Pixar creen que la animación también puede ser un vehículo para hacer arte, como también lo cree en otra parte del mundo ese viejo llamado Hayao Miyazaki, y no solo meros negocios para vender muñequitos dentro de cajitas felices. Eso, sí, la felicidad. ¡Larga vida a Pixar! Calificación: 10

Batman: El Caballero de la Noche

Nunca simpaticé con el personaje de Batman. Siempre creí que es una suerte de Mauricio Macri que disfrazado de antifaz combate el crimen por las noches por que le mataron a papá Franco. Un multimillonario obsesionado con hacer la justicia pero que por su propia posición no ayuda a su gente en la otra justicia, la justicia social. En definitiva, un careta. Contrariamente, siempre gusté del Hombre Araña, el arquetipo de héroe de la clase trabajadora. Ese que sale a laburar todos los días para ganarse la plata para pagar el alquiler, en vez de vivir de las acciones que genera su compañía y la plusvalía de sus empleados. Pero los comentarios eran muy positivos y muy a pesar de mi total falta de empatía con el murciélago oligarca tenía que ir a ver su nueva película, la cual debo decir que me pareció muy buena. Aunque ya saben, si para algunos El Caballero de la Noche merece una consideración aún más alta, posiblemente estén en lo cierto. Mi problema siempre fue con Batman.

Batman: el caballero de la noche (The Dark Knight – EU – 2008 – Christopher Nolan)

Es interesante, horas antes ir a a ver la nueva de Batman al cine pude leer un artículo en http://www.imdb.com/ titulado “Digital killed the movie star”, sobre la tendencia que hay en los grandes estudios de producir cada vez más películas basadas en los efectos digitales y las pantallitas azules, y menos en sus actores-estrellas. Entre otras cosas, este artículo se explaya en el gran negocio que fueron películas como 300, la cual no contaba con ningún actor conocido entre sus filas, o en como la única estrella que sigue siendo verdaderamente rentable en Hollywood es apenas Will Smith. Afortunadamente, llegó El Caballero de la Noche para devolver un revés a la industria y a esa dentadura de metal CGI que parece querer devorarlo todo. Se convirtió en record de taquilla en su primer fin de semana siendo una película que esta apoyada en sus actores y los personajes que estos llevan adelante, y nunca en los efectos digitales. Hay en ella bastante trabajo hecho por computadora, sí, pero nada comparado con los que hay en cualquiera de los otros tanques que se estrenan en pantalla grande todos los jueves. Una película que se luce solo cuando sus actores de carne y hueso hacen de las suyas frente a escenarios reales y no cuando el CGI irrumpe en pantalla. Así ocurre, por ejemplo, cada vez que aparece Heath Ledger encarnando al Guasón (el cual comentan es una cruza del Alex de La Naranja Mecánica y Sid Vicious, pero que para mi tiene que ver más con otro difunto punk rocker: el revantadísimo G.G. Allin) o cuando Michael Caine, Gary Oldman, Aarón Eckhart o Christian Bale meten la nota justa para cada una de sus líneas. Una de las mejores escenas es esa del ataque del guasón al Hospital (la gente en la sala fue la que más aplaudió) y esas hechas en 3D cuando Batman se pone unos anteojos con sonar de murciélago, justamente, son las menos atractivas. Lo que viene a demostrar cuanto valen todavía los buenos actores, con una buena historia y buenos diálogos que los acompañen. Por lo tanto, El Caballero de la Noche no solo es una ganadora en la taquilla, sino también en esa otra batalla, que es la de la carne contra la máquina.

Ahora, como señalaba, el otro pilar en el que se apoya la película, además de un grupo de buenos actores, es una buena historia. El guión que consiguieron los hermanos Nolan es complejo, político, oscuro. Y se aleja de ese lugar común que repiten muchas mediocridades sobre superhéroes que es la simple confrontación entre el bien y el mal. Acá, el tema que más se destaca es la importancia de héroes tangibles en la fundación de una sociedad, en este caso la de Ciudad Gótica (una ciudad que pintada por Nolan ya no tiene ni un atisbo de Gótica, pero bueh...). Aquello mismo que John Ford trataba en Un tiro en la noche, con la cual El Caballero de la Noche tiene más de un punto en común. Hasta Harvey Dent acá es abogado, al igual que el personaje de Jimmy Stewart en aquella. Y ambas, además, clausuran el relato de una manera similar. Si no las vieron y no quieren saber como terminan, NO SIGAN LEYENDO. Y es acá, en este final, donde para mi la película tiene sus únicas fallas. No por que le choree a la de Ford. Sino, en parte, por que no es necesario que Batman se eche la culpa a sí mismo por los crímenes que comete Harvey Dent-Dos Caras en los últimos tramos de la película, ya que le podían echar la culpa al Guasón o a cualquier otro personaje. Digamos que es bastante al pedo y forzado. Y en otra, por que Batman no es John Wayne. Es decir, no es un héroe populista, como lo eran la mayoría de los encarnados por el Duke. Batman siempre estuvo más obsesionado en cumplir su venganza personal, que en el bien común de su pueblo. Y si en todo caso algún conocedor del comic me dice que no es así, que Bruce Wayne dedique su fortuna a combatir el mal con inclusión social y no tanto con mano dura. Por lo tanto ese final sacrificial por parte de este nuevo Batman de Nolan, no es ni verosímil, ni mucho menos conmevedor. Aunque Insisto, tal vez esto se deba simplemente al problema que tengo con este personaje en particular y no a la película que, también insisto, realmente vale la pena. Calificación: 8