Los falsificadores

Segunda Guerra Mundial, Holocausto y Oscar. Viejos amigos.

Los falsificadores (Die Fälscher - Alemania, Austria - 2007 - Stefan Ruzowitsky)

De La lista de Schlinder para acá, ya son tres las películas sobre el Holocausto que ganaron el premio Oscar en menos de quince años: La vida es bella, El pianista, y en esta última entrega, Los Falsificadores. Y más allá de importar si fueron justas ganadoras o no de la estatuilla, lo que tal vez deja claro esto es que el Holocausto es un tema de tanta delicadeza y que implica tanto respeto, que muchas veces atenta contra toda distancia critica. Nadie puede discutir la calidad de La lista de Schlinder, una de las obras maestras de Spielberg; pero la de Roberto Benigni se trata de una película canalla, El pianista no esta ni por asomo entre lo mejor de Polanski, y la última de la lista, la que aquí nos convoca, simplemente se trata de una obra correcta, probablemente destinada a permanecer en la memoria de los espectadores por muy poco tiempo. Es cierto, hubo otras que trataron el tema y que no lograron lauros ni trascendencia. Allí están El noveno día de Volker Schlöndorff, la inédita The grey zone dirigida por el actor Tim Blake Nelson, o telefilmes como Insurrección de Jon Avnet. Pero también es cierto que varias de aquellas que apenas se despegaron de la medianía y lo televisivo, lograron ser sobrevaloradas por público, premios, y buena parte de la critica. Digámoslo, el Holocausto, como otros temas de símil importancia, ha sabido ser una ayudita para que algunos realizadores consigan lo que no hubieran conseguido de ninguna otra manera. ¿Acaso la Academia se hubiese amigado alguna vez con Polanski sino fuera gracias a esto? O fíjense como le fue a Benigni cuando quiso repetir la formula de La vida es bella pero mudándose de contexto a Iraq en ese esperpento titulado El tigre y la nieve. O mejor, alquilen en video Anatomia y averigüen en que andaba antes Stefan Ruzowitsky.

Ya que estabamos con El pianista, lo que cuenta Los falsificadores es muy parecido a la de Roman: la historia de judíos que sobrevivieron a los campos de concentración nazi gracias a un virtuoso desempeño de sus oficios. De hecho el tagline de una es “Music was his pasión. Survival was his masterpiece” y el de la otra “It takes a clever man to make money, it takes a genious to stay alive”. Con la gran diferencia que allí donde Polanski decidía narrar con una mirada distante y fría, Ruzowitsky opta por una mirada que nos coloca dentro del infierno mismo de la guerra. Su cámara sigue e imita gran parte del tiempo el punto de vista de sus protagonistas en los claustros de Auschwirz y Sachsenhausen y registra las miserias de estos lugares siempre desde lo que pueden capturar sus ojos, nunca reencuadrando de forma abyecta. Por eso todas las desgracias de los campos que se pueden percibir son las que pueden percibir también los personajes y muchas de estas suceden fuera de cuadro. Como en una de las mejores escenas de la película, en la que los protagonistas oyen como ejecutan a un prisionero a través de una pared. Otra diferencia, es que mientras El Pianista se reducía a una historia de supervivencia, Los falsificadores pone en el centro de la cuestión otro tema: la dignidad humana. Sorowitsch y su grupo de colegas deben plantearse entre obedecer las ordenes nazis impirmiendo dinero trucho o contradecirlas, evitando así seguir financiando la guerra. Y es tal vez en esta ambiguedad que propone donde la película pierde bastante. Sorowistch es un falsificador, un delincuente, y si bien tanto él como el resto de sus compañeros (la mayoría no criminales) nunca son condenados por esto, el director tampoco se arriesga en ponerse de lleno del lado de ellos. Razones por las cuales la película no logra una total empatia entre el espectador y los personajes y, por lo tanto, termina así por perder una buena carga de intensidad dramática. Esto se ve reflejado en la puesta en escena: hay más de un momento en que la cámara abandona el punto de vista de los prisioneros y toma el de los soldados nazis, como también se ubica en algunos lugares neutros (en algunos casos, casi como increpando a sus personajes). ¿Acaso un delincuente como Sorowistch no tenía el mismo derecho de vivir que cualquiera de los otros? ¿Acaso les quedaba otra opción a estos personajes más que seguir falsificando? ¿Acaso el director o nosotros mismos no hubiésemos hecho lo mismo en la situación que les tocó vivir? Seguir falsificando libras esterlinas y dólares para el nazismo y así, tal vez, seguir financiando su maquinaria de muerte, era un riesgo que estos personajes debían correr.

Y el indicar que se trata de una película correcta, es por todo el potencial que desaprovecha su director. Volviendo a lo señalado en el final del párrafo anterior, es por eso mismo que nunca se alza como una buena película de género, algo que también hubiera podido ser sin dejar de ser lo otro: una película respetuosa con el Holocausto y sus victimas . En Los falsificadores casi no hay tensión, aunque la muerte sea inminente en cada tramo de la historia. Porque no se nos involucra enteramente con los personajes. Por que no esta lograda desde la puesta en escena. Así es que se pierde ser una buena película de suspenso, como lo era, por ejemplo, Infierno 17 de Billy Wilder con sus soldados prisioneros a merced de la monstruosa maquinaria nazi. Y otro potencial que desaprovecha la película es, al tratarse de falsificadores, el del propio cine como falsificación misma. Aquello explorado por Orson Welles en F de Falso y también por algunos otros. En cambio, Stefan Ruzowitsky decide evitar riesgos y acudir a refugio de lugares seguros: lo verídico, lo ambiguo, el tema importante. El Oscar brilla en el living de su casa. Calificación: 6

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

Antes de empezar con la película, dos cuestiones. La primera, amo a Indiana Jones, pero no puede ser que su arribo a las salas sea tan masivo y tan invasivo que haga posponer a casi todo el resto de las películas con pretensiones de estreno para su mismo Jueves (salvo, claro, la de Tornattore, pensada para un público geronte). Una vez más: las cantidad de copias con que un tanque ingresa al mercado debería ser regulada por quién tiene la obligación de hacerlo. Segunda cuestión: otra vez subieron el precio de las entradas de cine. Fui a ver la película al Village de Caballito y me cobraron 15$ gracias a que tenía un cupón de descuento, sino, me hubieran cobrado 20$ cuando hace quince días había pagado 12$ en las misma condiciones. Estamos hablando de un 25% de aumento muchachos. Encima entre los trailers pasaron un spot antipirateria protagonizado por el robot Wall-e. ¿Pero qué mierda quieren con esos precios, que la gente no consuma copias truchas? ¿Qué vea cine apenas una elite cultural de la que seguro no vamos a formar parte? Insisto, amo Indiana Jones, amo el trabajo de Spielberg, amo ir a ver películas a una sala en excelentes condiciones de proyección; pero cuando a uno lo acorralan y no le dejan opciones, cuando todo viene a caballo de un imperialismo feroz; la relación que uno pueda tener con el séptimo arte se tiñe de un sabor agridulce, amargo, feito.

Hay que pelear por un cine popular, ¿por que de que se trata sino Indiana Jones? Con precios y opciones de cartelera para todos. ¡Pónganse las pilas la concha de su madre!

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal (Indiana Jones and the Kingdom of Cristal Skull - EU - 2007 - Steven Spielberg)

En el momento en que la película llega a esa inigualable persecución por la selva peruana -esa entre los rusos de Cate Blanchett y la familia Jones- sentí ese gustito especial, aquel que no sentía desde hace muchísimo muchísimo tiempo. Aquel mismo que después de terminar de ver la tercera de la saga de Indiana, La Ultima Cruzada, nunca más pude hallar por ningún otro lado. Hubo gustitos parecidos, sensaciones que casi nos engañan, intentos esporádicos por imitarlo. En la era de las videocasateras tuvimos Tras la Esmeralda Perdida y Las minas del Rey Salomón; en la era de la digitalización: La Momia y Piratas del Caribe. Pero no, nada se le asemejaba. Lo que habían logrado Lucas y Spielberg de la mano de Harrison Ford era la formula de la Coca Cola. La formula del cine de aventuras hollywoodense por excelencia. Uno de los máximos logros del capitalismo moderno. Hubo Pepsis, Cunnington Cola, Cordoba Cola; pero nunca Coca Colas. Nunca más ese sabor inimitable con el cual muchos nos criamos y siempre habíamos intentado repetir en una sala de cine. Claro, hasta ahora.

Ante todo, quiero destacar que El Reino de la Calavera de Cristal no me parece la mejor de la serie y que si tuviera que hacer una tabla de posiciones muy probablemente la colocaría cuarta, tal como su número lo pide. Pero esta muy bien, no desentona, tiene el mismo estándar de calidad. Y tiene eso que parece fácil, pero es muy difícil: es un relojito, una máquina narrativa perfecta, no cae jamás de los jamases. Tildar de clásicas a las Indiana Jones puede ser complicado; pero si hay algo que hace esta película, tanto como sus antecesoras, es ser creyente en el Relato, en la Aventura, en el Cine; y todo con mayúsculas. Muy a diferencia de los grandes regresos de estos últimos tiempos, como el de Duro de matar o el de Rocky , la bueno de esta película es que no es revisionista, ni autoparodica, ni revanchista, ni nada de eso; sino que sigue la línea de sus antecesoras como si hubiesen pasado dos años desde que se terminó de filmar La Ultima Cruzada (a mi gusto, la mejor de todas). Y esto es por su confianza ciega en todo lo que señalo. Por que tanto Spielberg como su gente saben que temas como el Caso Rosswell, las expediciones de Pizarro hacia El Dorado, o la Guerra Fría son temas interesantes por sí solos si uno los sabe llevar bien. Como también una persecución por una selva o una expedición por una gruta indínega puede ser divertidísima si esta bien filmada. Sí, hay algunos guiños en esta última entrega. El hijo de Indiana se cuelga de lianas como su padre en el inicio de El Arca Perdida, y etc, etc, etc (cada uno tendrá en la cabeza los suyos). Y sí, también es nostálgica, pero... ¿como no serlo? Pero a cambio, y muy importante, no es nada pretenciosa. Ahora, esto en el año 2008 puede parecer poco, pero no lo es. En absoluto. Hacer una película como esta: respetuosa, noble, y de apariencia simple sigue siendo un logro difícil de imitar. Y que algunos se quejen, pero para mi esto para ya es demasiado.

A celebrarlo, volvió Indiana Jones, hay fernet y tengo una Coca Cola en la heladera. Calificación: 8

TOP MANTA: Mi Neurosis



Aquí nuestro primer video dirigido para una banda de rock, los ascendentes TOP MANTA. No soy muy partidario de que lo vean por Youtube, ya que nos hemos pelado el culo iluminando y haciendo todo lo posible para que se vea en la mejor calidad, pero bueh... sirve como difusión. Si lo quieren ver como Dios manda, pueden pasarse por casa que los invito con un fernet.

La técnica: fondo negro, lucecitas navideñas y todo el talento de Paula Funes al mando del After Effects.

Bajo anestesia

Y sí... para que te guste esta película la verdad es que tenes que estar anestesiado.

Bajo anestesia (Awake – EU – 2007 – Joby Harold)

Bajo anestesia es un caso de cine de slogan. Da la sensación de que algún productor se topó con uno bueno –que en este caso es “Cada año una de cada setecientas personas se despiertan cuando le dan anestesia total”- y dijo: dale para adelante que total lo demás... bueno, lo demás no importa, llamamos a un par de estrellitas, escribimos un guión firuletero y listo. A pesar de lo inquietante que puede resultar la estadística citada, en Bajo Anestesia no hay suspenso, ni terror, ni garcha. El personaje de Hayden Christensen se despierta de la anestesia durante un transplante de corazón pero esto no esta resuelto ni con una sola idea cinematográfica. Este pibe se levanta en una especie de realidad alterna y comienza a deambular por momentos y lugares de la trama de la manera más arbitraria y cualunque que existe, con el fin de darle al director la oportunidad de resolver todo de una manera bien canalla. La película hasta es engañosa desde un principio, con el uso de la voz en off del personaje de Terence Howard que se nos confiesa como amigo y después es todo lo contrario. Y lo peor es que no hay en todo el metraje un personaje que interese al espectador: los que asoman en un principio como queribles terminan siendo los malos, y aquellos con los que es imposible de generar empatía terminan siendo los buenos. ¿Que identificación se puede conseguir a partir de un protagonista multimillonario, apegado a su madre, que habla japonés y tiene cero carisma? Es claro: un cine que se precia de piola pero que de piola no tiene un sorete. O apenas, solo un slogan. Calificación: 2

Retrato de amor

Película de época. Actúa Keira Knightley. Uno se ilusiona.

Retrato de amor (Silk – Canada / Francia / Italia / Japón / Reino Unido – 2007 – François Girard)

La profesión del protagonista se podría decir que es la de gusanero: el muchacho se encarga de viajar por el mundo con el objetivo de conseguir huevos de gusanos para la producción de seda. Pero por más interesante que pueda sonar esto, la película es todo lo contrario. Otra historia de cruce de culturas, de amor prohibido contada de la manera más fría y chata posible. Qualite, exotismo... un bodrio. Esta película es la prueba rotunda de porqué directores como Joe Wright tienen que cotizar millones. Ya que ponerlo al lado de François Girard es como querer comparar a un delantero como Messi con otro como Del Orte: falto de talento, de pasión, de desequilibrio, de magia, de espectáculo. Fíjense lo que les digo, lo mejor de la película es que Keira Knightley muestra las tetas. Y eso que la chica casi no tiene. Calificación: 3

Meteoro

Si bien de momento ni la taquilla ni las criticas son muy favorables a la última película de los Wachowski, creo que se trata de la manera ideal en que debía ser adaptada la tira.

Meteoro (Speed Racer – EU – 2008 – Andy Wachowski, Larry Wachowski)

All you need is pop. Esto lo señalo alguna vez El Salmón y lo mismo parecen creer los Hnos. Wachowski. Meteroro es una película pop, totalmente pop, bellamente pop. Sus vívidos colores, sus primeros planos empapados en fluorescencia, sus mercancías Royalton multiplicadas por doquier son algunos de los elementos que fácilmente nos pueden conectar con el Pop Art de Andy Warhol o Roy Lichtenstein. Por otro lado, los Hnos. se encargan una vez más de procesar y combinar la cultura popular toda: carreras de autos, música techno, anime desaforado, luchas de catch, parques de diversiones, mafia italiana, etc, etc, etc. Meteoro no es tanto una película sobre el mundo de los fierros, sino eso: cine pop. Por eso sus circuitos no se parecen a pistas de verdad sino a montañas rusas, y los coches no responden a otra lógica más que a la de la irrealidad. Y tal vez el secreto para disfrutarla resida en entender esto mismo.

Al contrario de muchas de las adaptaciones sobre series de dibujos animados que Hollywood produzco últimamente, Meteoro no traslada el mundo del cartoon al mundo real, sino que apuesta a la operación inversa. Se trata casi de un dibujo animado pero protagonizado por seres de carne y hueso. Con una gran virtud, el respeto por el mundo que representaba el material original con todas sus reglas incluidas. Acá no se trata de los Transformers invadiendo el mundo de los hombres (o mejor dicho invadiendo EU), sino de los hombres invadiendo el mundo del color, de la fantasía, de la libertad. Y los Wachos aprovechan todas las posibilidades que el universo de la animación propone. Ahí están los delirantes y divertidísimos momentos protagonizados por Chito y Chispita perseguidos por los pasillos de Royalton o fusionándose en animes a lo Dragon Ball Z, o la excelente secuencia de apertura en el que un Meteoro niño se imagina en una carrera de autos pintada por sus propios trazos. Esto explica la decisión de los directores por filmar todo (o casi todo) en green screen. Aunque hay que resaltar que los Wachos han ido más lejos que George Lucas o Robert Rodríguez en materia de cine hecho en galpones, aprovechando esta técnica para lograr un montaje totalmente innovador. Eso sí, las reglas propuestas son claras y no tramposas, se sigue tratando de seres de carne y hueso en un mundo animado. Tuvimos a un Scooby Doo diseñado en CGI, a un Garfield diseñado en CGI, pero acá el mono Chito es un mono chimpancé posta posta. Y son tanto Chito como Chispita los que se afanan la película.

Ahora bien, muy a pesar de que Meteoro es una película basada en los de efectos especiales, en el vértigo y en el marketing, hay en ella una historia que vale la pena ser contada. Eso que no había en Transformers y en tantas otras pedorreadas que nos han sabido vender en los últimos tiempos. Además de contar una historia familiar que esta bastante bien llevada, los Wachos, como lo hicieron ya en la trilogía de Matrix y en el guión de V de Venganza, vuelven a contar la historia de un personaje que plantea una revolución contra el orden establecido (y ojo, con esto no pretendo postularlos como autores). Aunque hay que decir que la revolución que propone Meteoro contra las corporaciones en pos de las PYMES familiares y la independencia económica, no deja de hacer ruido. Ya que sus realizadores trabajan para una major voraz que tiene negocios multimillonarios desde la producción hasta la distribución, y con esto hablo de Warner-Village. Aunque sí, por otra parte, esta revolución puede ser pensada como acompañamiento tanto a la innovación estética que propone la película como a una ruptura frente a cánones cinematográficos, por lo menos en lo que a adaptación de tiras animadas se refiere. Y es gracias a todo esto, y al hecho de que los muchachos han dejado la filosofía barata de sus trabajos anteriores de lado y se han tomado las cosas menos en serio, que dan su película más feliz y estimulante hasta la fecha. Y sí, como suele suceder en estos tiempos, muy bien parece que no les esta yendo. Calificación: 8

Los dueños de la noche

Otra vez la realidad ha superado a la ficción. Estuve pensando en antecedentes cinematográficos sobre personas que han mantenido a otras bajo llave por muchísimo tiempo (se me vinieron a la cabeza El enigma de Kasper Hauser de Herzog y Oldboy de Park Chan-wook) y nada supera en imaginación el caso del austriaco Josef Fritzl. Por favor: ¡quiero ya su película!

Los dueños de la noche (We own the night – EU – 2007 – James Gray)

Al igual que la reciente Antes que el diablo sepa que estas muerto, Los dueños de la noche se trata de un policial que narra sucesos más bien convencionales dentro del género. En el caso de la de Lumet, un choreo a una joyeria que sale para el orto, en la de Gray, el enfrentamiento entre la ley y la siempre guachísima mafia rusa. Nada fuera de lo común. Pero lo que las hace fuertes tanto a una como a otra son la manera en que los lazos familiares se entremezclan en sus tramas. Padres, hijos, hermanos, todos se ven metidos en el quilombo; y es gracias a esto que cada uno de los lugares comunes que repiten se dotan de una dosis melodramática, de una intensidad que las hace distintivas. Redadas policiales, operaciones encubiertas, tiroteos; cada escena de Los dueños de la noche vale más por los gestos de cariño con que el personaje de Robert Duvall trata a sus dos hijos, o como estos dos mismos hermanos pelean por dejar de lado sus diferencias, que por cualquier otro cosa. Es que si uno revisa la filmografía de Gray –que se completa con Una cuestión de sangre y La Traición (la cual también cuenta con la dupla Mark Wahlberg / Joaquin Phoenix)- descubrirá que lo que más le interesa a este director son los lazos sanguíneos y como la idea de familia determina la identidad de sus personajes. Se puede ver algo reaccionario en la película. Puede ser. Pero creo que más que tener una mirada conservadora, tradicionalista sobre la familia, la película lo que hace es señalarla como un lastre, como un peso al que tarde o temprano es imposible de eludir. Es claro, el mundo cálido (reparen en las elecciones fotográficas), divertido, interesante, es el mundo de la noche, el mundo de la marginalidad, el mundo de la familia adoptiva. Para el personaje de Wahlberg tener que alejarse de esto es un bajón, es trágico. Y Gray acompaña lo que le pasa, como si también lo lamentara. Con cada alejamiento de este personaje su película pierde erotismo, nostalgia, onda. Abandona la sensualidad desbordante de Eva Mendez, las canciones de The Clash, Blondie y David Bowie que tan buen aire le dan. Pero, y por otro lado, al centrarse en la familia sanguínea y sus inevitables consecuencias, se vuelve realmente emocionante.
Resumiendo, se trata de un policial de corte clásico, con buenos y malos bien definidos, situaciones predecibles y fuertes componentes melodramáticos; que no por todas estas características deja de ser enormemente atrapante. Hay una persecución de coches bajo la lluvia que seguramente estará entre las mejores escenas del año. Calificación: 7